Deirdre A. McQuade

27de febrero de 2017

"Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver".

Soy católica desde bebé, por lo que escuché este versículo casi todos los años al recibir las cenizas en la frente. Otros años, el gesto estuvo acompañado por el versículo: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio". Con toda honestidad, ambas frases me desconcertaban. La que habla sobre el polvo parecía tan terminante, casi carente de esperanza, mientras que la segunda parecía camuflar la realidad de la muerte, como si olvidarnos del "polvo" evitara que nos sintiéramos incómodos.

Al igual que sucede con muchas cosas de nuestra vida católica, estos versículos van de la mano para que puedan dar fruto. En su homilía para el Miércoles de Ceniza de 1996, San Juan Pablo II predicó: "Se nos llama a participar en la Resurrección de Cristo. Para que este pedido resuene en nuestro interior con toda su fuerza al comienzo del tiempo de Cuaresma, debemos comprender que la muerte significa... 'eres polvo'... 'Arrepiéntete...  Crean en el Evangelio!'". 

Pero ¿qué significa esto en la práctica?

Una mujer que hace poco sufrió un aborto espontáneo nos da una nueva perspectiva a estos misterios. En su honesto y valiente escrito, "Después de mi aborto espontáneo, estaba rodeada por la cultura de la muerte", la autora Anna O'Neil reflexiona sobre las diferentes reacciones que vio ante la pérdida en su familia. Escribió: "Los médicos y personal médico, aunque bien intencionados, pensaban que sentiría consuelo al negar la realidad de la muerte o negar que cada muerte es motivo de sufrimiento. Sin embargo, yo sé que no es así. Sé que la muerte siempre es motivo de duelo".

Cuando ella y su esposo decidieron compartir su tristeza con amigos, el apoyo que recibieron de la gente de fe fue muy distinto. Ellos reconocieron la pérdida de los O'Neil, sufrieron y rezaron con ellos, y preguntaron el nombre de su hijo.

Anna reflexionó: "La cultura de la muerte le teme a la muerte. Por lo tanto intenta decir que la pérdida de un niño que no llegó a nacer no es realmente una muerte o que la muerte no es una tragedia si la vida que el niño hubiera tenido habría sido difícil. Intenta aliviar el dolor de la muerte al justificarla, pero solo logra un consuelo vacío. La vida, por otra parte, llora ante la muerte, pero no le teme. La antítesis de la cultura de la muerte es la fe en la Resurrección".

El relato de la Sra. O'Neil es uno de "esperanza llena de polvo". La muerte es real. El sufrimiento es real. El llanto tiene sentido y no debe contenerse. Al mismo tiempo, ya que Jesús realmente murió, fue enterrado y resucitó, no debemos temer que la muerte tendrá la última palabra. En medio de nuestras vidas llenas de polvo, podemos tener esperanza. Negar la realidad de la muerte no concede paz. Solo el amor de Dios puede darnos paz, una paz que "es mayor de lo que se puede imaginar" (Filipenses 4,7). Y esa esperanza misteriosa, llena de paz y de llanto a la vez, es una base firme para edificar una cultura de la vida más fuerte.

Ya sea que la pérdida de un embarazo haya tocado las vidas de nuestra familia o no, todos llevamos cargas de sufrimiento. Quizás esta Cuaresma, Dios Padre nos esté llamando a reconocer dichas pérdidas y aceptar una "esperanza llena de polvo".


Deirdre A. McQuade es directora asistente de las comunicaciones pro vida en el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para más información sobre las actividades pro vida de los obispos, visite www.usccb.org/prolife.