El alto costo de tener conciencia

Tom Grenchik

3 de febrero de 2012

Al final del año litúrgico, las lecturas de la misa cuentan dramáticos relatos de los Libros de los Macabeos sobre gente común que defiende valientemente su fe ante la tortura y la muerte. Su testimonio ejemplar puede fortalecernos ahora que defendemos nuestros derechos de conciencia y nuestra libertad religiosa, los cuales están siendo atacados hoy.

En el siglo II a. C, un rey conquistador estaba resuelto a eliminar la fe judía en Palestina. Emitió un decreto diciendo que todos en su imperio formarían un solo pueblo, y cada cual debía renunciar a sus propias costumbres, leyes y prácticas religiosas. Quien se rehusara a hacerlo sería asesinado. Aunque mucha gente obedeció el decreto, escuchamos que muchos en Israel: "Preferían morir antes que volverse impuros con alimentos que iban en contra de la Alianza Santa, y fueron ejecutados. Esto fue una gran prueba para Israel" (1 Macabeos 1,63).

El rey envió inspectores para acabar con cualquier persona sospechosa de respetar la Ley judía. Algunos inspectores usaron la presión verbal ("todos los demás lo están haciendo"). Otros ofrecieron riquezas y posiciones poderosas a los líderes de la comunidad que podrían ceder. La mayoría se basó en la tortura o la masacre.

Eleazar, un destacado líder judío, era tan respetado por sus torturadores que le ofrecieron la oportunidad de fingir su obediencia al rey. Podía llevar su propia carne y fingir que comía el cerdo prohibido. De esa manera, complacería públicamente al rey, complacería técnicamente a Dios y fingiría delante de todos los demás, llevándolos a violar sus libertades de conciencia. Eleazar rehusó hacerlo y murió a golpes.

Una madre y sus siete hijos también rehusaron obedecer. Después de ser cruelmente torturados, a cada uno se le ofreció una elección: obedecer el mandato del rey o ser mutilados y cocidos en sartenes. La madre, que murió última, animó valientemente a cada hijo a permanecer fiel y no quebrar su fe.

¿Qué inspiró a estos mártires a seguir los principios de su fe, cuando comer un poco de cerdo podría haberles evitado el espantoso sufrimiento y habría sido vista por todos como la mejor opción para el bien común? Sabían en el corazón que ningún rey ni gobierno puede obligarlos a quebrar su fe.

A lo largo de la historia y en todas las culturas hay relatos similares de héroes asesinados por rehusar violar su libertad de conciencia obedeciendo decretos injustos. Sin embargo, su valiente resistencia a las violaciones de la fe y la conciencia suelen sorprender a los líderes que imponen las leyes injustas.

El 20 de enero, el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, siglas en inglés) anunció que casi todos los planes de salud deberán cubrir medicamentos y procedimientos incluso si esto viola la libertad de conciencia de quienes ofrecen, patrocinan o compran el plan. Como muchos hemos notado, esto no se trata solamente del acceso a anticonceptivos, a abortivos o a la esterilización. El mandato habla de forzar a grupos o individuos religiosos, a ir en contra de sus creencias, a pagar u ofrecer estas cosas bajo amenaza de multas considerables. Para Eleazar, tampoco se trataba solo de comer un poco de cerdo. Se trataba de ser forzado a actuar en contra de sus principios y llevar a los demás por mal camino.

La enérgica reacción contra el mandato de anticoncepción y esterilización de HHS no debería sorprender a nadie. La gente que tiene conciencia se está rebelando contra este mandato injusto e inconstitucional. Gente de todos los sectores sociales y profesiones han expresado su opinión. Grupos en Facebook están organizando campañas de apoyo a los obispos. Otros están coordinando días de ayuno y oración por sus obispos. Otros más están lanzando en línea campañas para rezar el rosario por la libertad religiosa y así por el estilo. Todos estos esfuerzos son alentadores. En la página digital de la Conferencia de Obispos Católicos www.usccb.org/conscience puede aprender más sobre este asunto y actuar para defender los derechos de conciencia.

Defender el derecho de conciencia tiene un alto costo; pero el costo de no hacerlo es incalculable.

Causa gran esperanza ver que la comunidad católica comprende la amenaza, está unida en su oposición y rápidamente se moviliza en las parroquias y diócesis, en los hospitales y las instituciones académicas, y en todo el país bajo el liderazgo de nuestros obispos, para exigir que se respeten las libertades garantizadas en la Primera Enmienda. Si no nos unimos y expresamos nuestra opinión ahora, ¿cuál será el próximo desafío moral al que se someterá a la gente de fe? ¿Qué grupo será el siguiente en ser atacado?

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Tom Grenchik es director ejecutivo del Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos. Visite www.usccb.org/conscience para más información acerca de las actividades de los obispos para proteger la libertad de conciencia.