Nostra Aetate - Obispo Madden

catechetical-sunday-2015-poster-english-spanish-animatedImplicaciones catequéticas de Nostra aetate a cincuenta años de su publicación: Las relaciones interreligiosas en la actualidad

por el obispo Denis Madden
Obispo auxiliar en Baltimore

Estoy muy agradecido por esta oportunidad de compartir con ustedes algunos pensamientos sobre las relaciones interreligiosas. He pasado gran parte de mi vida participando en conversaciones interreligiosas muy enriquecedoras. Empecé en serio durante los nueve años que viví en Jerusalén, donde me enfrascaba en diálogos eruditos en mi residencia en Tantur por la mañana y en conversaciones prácticas trabajando en un campo de refugiados por la tarde. He continuado con estas conversaciones con contrapartes interreligiosas hasta el momento presente.

Pensé que iba a centrarme en entender el proceso de diálogo con miembros de otras religiones y uno de los elementos más esenciales en el diálogo, a saber, la importancia de la escucha como un componente indispensable de la madurez espiritual en el diálogo interreligioso.

El papa Benedicto XVI reflexionó sobre su encuentro con las comunidades musulmanes, judías y cristianas durante su visita apostólica a Líbano: "Me parece que ha llegado el momento de dar juntos un testimonio sincero y decidido contra las divisiones, contra la violencia, contra las guerras… El mundo de hoy necesita signos claros y fuertes de diálogo y de colaboración" (Audiencia general, 19 de septiembre de 2012, w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2012/documents/hf_ben-xvi_aud_20120919.html).

El mundo en que vivimos hoy en día y el mundo que buscamos construir para el futuro sólo se puede transitar con éxito utilizando los instrumentos cada vez más cruciales del diálogo y la colaboración.

El documento titulado Nostra aetate (NA), la Declaración sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas, del Concilio Vaticano II, abrió el camino para que los católicos fomentaran el diálogo interreligioso. Los obispos del Concilio dicen:

La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. (Concilio Vaticano II, Declaración sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas [Nostra aetate], en www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decl_19651028_nostra-aetate_sp.html], no. 2).

Desde el Concilio Vaticano II en adelante, todos los católicos han exhortado al diálogo y la colaboración con personas de otras religiones o, para el caso, de ninguna religión en absoluto, porque tenemos toda la riqueza de la humanidad en común. Estamos en una búsqueda común de significado.

Cristo vino para salvar a todas las personas; como dice la cita célebre del papa Francisco, ¡incluso a los ateos! No debemos ignorar a los demás, sino más bien encontrarnos con ellos y buscar la verdad con ellos. No podemos simplemente encerrarnos en nuestras iglesias.

San Juan Pablo II, en su encíclica Redemptoris missio de 1990, al tiempo que insistió en la presencia universal del Espíritu Santo, sostuvo que esto no quiere decir que todas las religiones sean iguales, sino que todas las religiones tienen el impulso del Espíritu Santo, que se encuentra más plenamente en la tradición católica. Por lo tanto, no estamos sosteniendo que todas las religiones son las mismas.

En 1991, el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso enumeró cuatro tipos de diálogo: (1) Diálogo de la vida; (2) Diálogo de la acción; (3) Diálogo del intercambio teológico, y (4) Diálogo de la experiencia religiosa.

Para mantener una conversación productiva a cualquiera de estos niveles, necesitamos ciertas cualidades básicas. El papa Pablo VI dijo que necesitamos claridad; mansedumbre —no orgullosa ni ofensiva sino honesta y caritativa, paciente y generosa; confianza, y prudencia pedagógica —adaptar nuestras presentaciones a la sensibilidad del oyente para que podamos comunicar con eficacia. Esto me lleva a la importancia de la escucha.

La conversación es algo en que nos ocupamos cada día, casi sin darnos cuenta. Pero el diálogo es más que una simple conversación. El diálogo presupone una intencionalidad viva en una conversación crítica entre dos o más partes sobre asuntos de interés mutuo y, con frecuencia, disparidad, con la esperanza de llegar a una resolución o finalidad acordada y amistosa. El diálogo es un arte. Y como un arte, el primer lienzo del diálogo es el espacio abierto creado a través del acto de la escucha genuina.

La escucha es crucial para nuestras relaciones mutuas y nuestra relación con Dios. El alma verdaderamente contemplativa es el alma colocada ante Dios en un profundo estado de escucha, y también de receptividad. Abierta a la actividad creativa de la gracia, la escucha contemplativa está vinculada a la construcción de una auténtica cultura de la vida, pues proporciona un espacio sagrado donde la gracia de Dios es libre para suscitar algo nuevo, para crear y para infundir la vida.

Lo mismo puede decirse de nuestras relaciones mutuas: nuestra comunicación más profunda tiene lugar en un contexto de escucha y receptividad, y es en este contexto donde la gracia de Dios encuentra su mayor libertad de acción. Y estas relaciones —nuestra relación con Dios y nuestras relaciones mutuas— se entrelazan. Dios a menudo nos habla a través del otro.

La escucha mutua puede ser un proceso complejo. En primer lugar, requiere atención. Sin embargo, la atención puede ser difícil. En mis años como psicólogo clínico, tenía que disciplinarme para escuchar y ayudar a mis clientes a superar sus distracciones internas y externas para que pudieran escucharme.

La escucha se da no sólo con nuestros oídos. Se da con nuestra cabeza y nuestro corazón. Cuando nos encontramos unos a otros en el diálogo, tenemos que hacer una inversión personal de nuestro ser. Una presencia distraída no lo hará. Debemos, como le gusta decir al papa Francisco, caminar con el otro y encontrarnos con el otro. Tenemos que hacer un compromiso con el otro y con la relación.

Esto exige un nivel de madurez espiritual. Tenemos que enraizarnos en nuestra fe en Dios y dedicarnos a la oración diaria. Estos son requisitos previos para la escucha atenta del otro. Debemos pedir la ayuda divina para escuchar y entender.

Mi experiencia de diálogo indica que la escucha es parte del "camino del diálogo". Al principio sólo tenemos que prestar atención y mostrar al otro que valoramos lo que dice. Por lo tanto, tenemos que guardar silencio; no replicar con nuestros puntos de vista sino sólo aceptar y centrarnos "profundamente en lo que la otra persona nos está diciendo" (véase Giovanna Pompele, "Burden Shared, Burden Halved", Living City [enero de 2012], p. 30; versión del traductor).

La escucha profunda puede llevarnos a lidiar con nuestros obstáculos

Es posible que alberguemos resentimientos o enojos u otras cosas que impidan el diálogo. Estos pueden ser personales. Nuestras contrapartes en el diálogo pueden haber tenido una mala experiencia personal con una persona católica o con la fe católica. Todavía puede persistir. Entonces la pregunta es, "¿Qué vamos a hacer con estas diferencias?"

Después de una serie de conversaciones y algunos meses o años de caminar juntos, el daño o herida tiene la oportunidad de salir a la superficie y curarse. La curación prepara el camino para una conversación más honda y una relación más profunda.

Buscamos la verdad juntos, compartiendo nuestras creencias y entendimientos más profundos. Esto lleva primero al entendimiento mutuo y luego al aprecio mutuo. A veces, sorprendentemente, podemos incluso empezar a ver puntos en común. También reconocemos nuestras divergencias y, por lo tanto, buscamos construir nuestro diálogo sobre la honestidad y la verdad.

El diálogo también puede llevarnos al crecimiento espiritual y personal

El diálogo genuino exige que examinemos nuestra propia fe con más atención y entenderla mejor. Nuestra conversación puede incluso llevarnos a descubrir que hemos estado equivocados en nuestro entendimiento de la fe católica. Al comunicarnos con el otro, inevitablemente aprendemos a comprendernos mejor a nosotros mismos. La auto-revelación viene a menudo con una conciencia más profunda de uno mismo.

Y cuán a menudo el ejemplo del otro nos acerca más a Dios. Cuando escuchamos atentamente al otro en el diálogo, podemos cobrar conciencia de la acción creadora de la gracia de Dios y escuchar a Dios que nos habla a través de nuestro amigo, nuestro colega. Aunque podemos diferir en teología y doctrinas, sin comprometerlas, con qué frecuencia el contacto con nuestras contrapartes interreligiosas nos exhortan a una conversión moral más elevada en nuestra propia vida, a un renovado compromiso con nuestra propia tradición, y a una relación más profunda con Dios. El buen ejemplo del otro, su dedicación a la oración y a una vida de fe, pueden ser un ejemplo para nosotros.

La principal manera en que el catequista enseña sobre las relaciones interreligiosas es con el ejemplo. Si tratamos con nuestros vecinos de otras religiones como Dios nos llama a hacerlo, si invitamos a un amigo a hablar con los estudiantes sobre un aspecto de su fe, y si nos mostramos suficientemente a gusto en nuestra propia fe cristiana católica para compartirla con nuestros vecinos no cristianos, entonces los estudiantes verán que uno puede tratar con el prójimo con amor y compasión y construir un entendimiento mutuo.

Este arte del diálogo comienza en el lienzo abierto de la escucha mutua. La escucha es el primer y siempre presente paso en un proceso que, por la gracia de Dios, nos llevará a reconocer los obstáculos que nos separan, curar viejas heridas, crecer en nuestro entendimiento del otro, crecer en el conocimiento de uno mismo, y crear un espacio sagrado en que puedan florecer los lazos genuinos de la amistad, la solidaridad, el respeto y la paz. Desarrollando nuestra relación, podemos trabajar juntos para construir mejores comunidades y un mundo mejor.


Copyright © 2015, Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, Washington, D.C. Todos los derechos reservados. Se permite la reproducción de esta obra sin adaptación alguna para uso no comercial.

Las citas de los documentos papales y del Concilio Vaticano II han sido extraídas de la página Web oficial del Vaticano. Todos los derechos reservados.