Para el Clero - Rev. Kris Stubna

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El anuncio de Cristo resucitado

por el Rev. Kris Stubna, STD
Rector, Catedral de San Pablo
Diócesis de Pittsburgh

"Preveo que ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización y a la misión ad gentes [a todos los pueblos]. Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos" (Juan Pablo II, Sobre la permanente validez del mandato misionero [Redemptoris Missio (RM)], no. 3,https://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_07121990_redemptoris-missio_sp.html). Esta fue una clarinada del beato papa Juan Pablo II a la Iglesia, y a todos los creyentes, para llevar adelante la obra de anunciar la Buena Nueva de Jesucristo "para que pueda penetrar en los corazones de todas las personas y renovar a la raza humana" (Directorio Nacional para la Catequesis [DNC] [Washington, DC: United States Conference of Catholic Bishops, 2005], no. 17 A). De hecho, es este urgente llamado a compartir la luz de la fe con otros lo que está en el corazón del anuncio del Año de la Fe por el papa Benedicto XVI. "También hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos" (Papa Benedicto XVI, Porta Fidei [PF], no. 7, https://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/motu_proprio/documents/hf_ben-xvi_motu-proprio_20111011_porta-fidei_sp.html).

El mismo Señor Jesús comisionó esta gran obra de la Iglesia cuando envió a los primeros apóstoles diciéndoles "vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura" (Mc 16,15). Lo que aprendemos es que esto fue realmente una obra de Dios, y es la gracia divina la que la lleva a su realización. "Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían" (Mc 16:20). Este especial Año de la Fe nos llama como líderes pastorales a asumir esa gran comisión con renovado celo y entusiasmo para que todos los fieles puedan participar una vez más en el trabajo inherente a nuestra vocación y la identidad misma de la Iglesia. El papa Pablo VI lo dejó claro al decir que "Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar" (Papa Pablo VI, La evangelización en el mundo contemporáneo [Evangelii Nuntiandi (EN)], no. 14, https://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/apost_exhortations/documents/hf_p-vi_exh_19751208_evangelii-nuntiandi_sp.html). Fue este mismo llamado el que se hizo eco en los obispos de Estados Unidos. "Cristo llama a todos los fieles a proclamar la Buena Nueva por todo el mundo y a transmitir su mensaje a las sucesivas generaciones profesando, viviendo y celebrando la fe en la Liturgia y en la oración" (DNC, no. 15).

Lo que llama la atención en todos los documentos de la Iglesia en torno al ministerio de la Nueva Evangelización y el anuncio de Cristo resucitado es la insistencia en la conversión interior de cada creyente. "El propósito de esta evangelización es dar lugar a la fe y la conversión a Cristo. La fe implica una transformación profunda de la mente y del corazón, un cambio de vida, una "metanoia". Un cambio tal sólo puede surgir de lo más profundo en el interior de la persona, allí donde se plantean las cuestiones verdaderamente importantes de la vida humana" (DNC, no. 17 A). San Pablo expresó este pensamiento maravillosamente en su epístola a los gálatas. "Vivo, pero ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Pues mi vida en este mundo la vivo en la fe que tengo en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2,20). La fe cristiana es ante todo la conversión a Jesucristo; es el acto de morir cada vez más uno mismo de modo que la vida y gracia de Cristo pueda crecer y abundar más completamente. "Es fruto de la gracia de Dios y de la libre respuesta a la efusión del Espíritu Santo. Surge de las profundidades del ser humano e involucra una transformación tan profunda del corazón y de la mente que lleva al creyente a cambiar radicalmente, tanto interna como externamente" (DNC, no. 17 B).

Cuán importante es como líderes pastorales que busquemos hacer de este Año de la Fe una oportunidad para conducir a los fieles a una relación más profunda con Jesucristo, para experimentar más plenamente el amor de Dios en y a través de la persona de Jesucristo y su Iglesia. Este es el corazón de la Nueva Evangelización y donde debe hacerse gran parte de nuestro trabajo. Conduciendo a los fieles al corazón amoroso de Jesús puede tener lugar la verdadera conversión, y la obra de la Nueva Evangelización puede entonces dar grandes frutos. Esta fue la visión del beato papa Juan Pablo II expresada en Ecclesia in America. "Contando con el auxilio de María, la Iglesia en América desea conducir a los hombres y mujeres de este Continente al encuentro con Cristo, punto de partida para una auténtica conversión y para una renovada comunión y solidaridad. Este encuentro contribuirá eficazmente a consolidar la fe de muchos católicos, haciendo que madure en fe convencida, viva y operante" (Juan Pablo II, Ecclesia in America [EA], no. 12, https://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_22011999_ecclesia-in-america_sp.html).

A menudo pensamos en los muchos programas y ministerios que necesitan ser fomentados y promovidos en nuestras parroquias que conduzcan a los fieles a una fe más fuerte y más vibrante. Pero de todo lo que podemos y debemos hacer, debemos alimentar las almas y los corazones de los fieles con la experiencia del amor de Dios que se hace presente en Jesucristo y su Iglesia. Nuestros planes pastorales para el Año de la Fe y más allá deben enfocarse en invitar a la gente a la oración más frecuente, la adoración ante el Santísimo Sacramento, la asistencia frecuente a la misa diaria y la recepción de la Sagrada Comunión, un encuentro regular con la misericordia y el perdón de Dios en el sacramento de la Penitencia, una experiencia de la intercesión de la Santísima Virgen y de los santos a través del rosario, novenas y otras formas de devoción espiritual, y la participación en la Liturgia de las Horas de la Iglesia. Debemos hacer que estas experiencias sean más accesibles a nuestros feligreses, enseñándoles de qué tratan, invitándolos a participar y sosteniendo estas prácticas en el largo plazo. El plan pastoral para la evangelización de los obispos de Estados Unidos refleja esta visión. "Esto es sumamente importante: ¡Tenemos que convertirnos y tenemos que continuar convirtiéndonos! ¡Debemos dejar que el Espíritu Santo cambie nuestras vidas! Debemos responder a Jesucristo" (Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos [USSCB], Vayan y Hagan Discípulos [Washington, DC: USCCB, 2002], no. 14). El papa Benedicto XVI comparte esta esperanza y visión. "Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, 'que inició y completa nuestra fe' (Hb12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación" (PF, no. 13).

Este encuentro con Cristo vivo y la transformación del corazón humano por la gracia abre a una persona más profundamente a la verdad salvadora del Evangelio. La Iglesia también enfrenta la urgente necesidad de llevar a los fieles a una mayor comprensión y conocimiento de la profesión de fe. Como solía decir san Agustín: "No podemos dar a otro lo que primero nosotros mismos no poseemos". El papa Benedicto XVI expresa esta necesidad de la catequesis como fundamental para la Nueva Evangelización. "Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor" (PF, no. 10). Por desgracia, vivimos en una época en la que muchos de los fieles no han sido bien catequizados. Y, sin embargo, existe un hambre y deseo profundos en cada corazón humano de conocer el verdadero significado de las preguntas más profundas de la vida. Como señala el Catecismo de la Iglesia Católica, "El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar" (Catecismo de la Iglesia Católica [CIC], segunda edición [Washington, DC: Libreria Editrice Vaticana-USCCB, 2001], no. 27). Esto representa una oportunidad de proporciones inmensas para los líderes pastorales de la Iglesia en la actualidad. El Catecismo Católico de los Estados Unidos para los Adultos (USCCA) comparte esta esperanza. "Aquellos que buscan pueden comenzar a encontrar en la Iglesia la plenitud de los deseos de sus corazones. Están invitados a participar en un viaje espiritual enfocado en Jesucristo y su Reino de salvación… Esta es la invitación de la Iglesia a aquellos que quieren descubrir respuestas que satisfagan su hambre espiritual. La invitación de la Iglesia es amplia: a los buscadores, mayores y jóvenes, y a aquellos que se consideran marginados o indiferentes, la Iglesia les ofrece a Jesucristo y su amor, la plenitud de la esperanza" (USCCA [Washington, DC: USCCB, 2007], 6-7).

El reto consiste en utilizar mejor los medios que se presentan para la catequesis de los fieles. Muchos programas proporcionan excelentes medios de formación en la fe para los que se presentan. Nuestras parroquias deben asegurarse de que estos programas sean una parte normal de la vida de la parroquia y el ministerio, y nuestra comunicación con los no creyentes también requiere una cuidadosa atención en nuestros planes pastorales. Sin embargo, ya que muchos de los fieles vienen a misa cada semana, tenemos que aprovechar las oportunidades que tenemos para asegurar que estos sean también momentos de formación y de aprendizaje. La homilía representa un momento ideal para ayudar a los fieles a profundizar su comprensión y aprecio por los misterios salvíficos de la fe. "La homilía ocupa una posición privilegiada ya que 'vuelve a recorrer el itinerario de fe propuesto por la catequesis y lo conduce a su perfeccionamiento natural" (DNC, no. 35 D). "Al mismo tiempo impulsa a los discípulos del Señor a emprender cada día su itinerario espiritual en la verdad, la adoración y la acción de gracias" (Juan Pablo II, Catechesi Tradendae, no. 48, https://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_16101979_catechesi-tradendae_sp.html). Los que predican deben encontrar maneras de llevar a los fieles a una reflexión más profunda sobre las enseñanzas esenciales de la fe que se presentan en el ciclo regular de la sagrada liturgia. Pero otras oportunidades son a menudo minimizadas o pasadas por alto en el trabajo de la catequesis permanente. Estos canales de comunicación incluyen el boletín semanal de la parroquia, el sitio web de la parroquia y las herramientas de comunicación social, incluyendo Facebook y Twitter.

Pero el anuncio de Cristo resucitado no sólo implica una conversión personal y el fortalecimiento de la fe. Debe llevar, además, al cambio de la cultura. La evangelización es la totalidad de los esfuerzos de la Iglesia para "llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad" (EN, no. 18). Esta es una tarea especialmente difícil en nuestra cultura estadounidense de hoy. Las actitudes en los Estados Unidos siguen fomentando una "cultura de incredulidad", una cultura que, de hecho, no sólo margina a las creencias religiosas, sino también trabaja para contrariar a la fe cristiana. "La sociedad ha llegado hasta un punto en el cual las gentes de fe son presionadas a actuar en público como si la religión no importase. Esto ha causado que muchos creyentes piensen que su fe es un tema estrictamente privado y que no debería ejercer ninguna influencia en la sociedad y la política" (USCCA, 16). Esta actitud va en contra de la misión de la Iglesia de evangelizar y debe ser para todos los líderes pastorales una prioridad de la mayor importancia. La Iglesia nos recuerda que existen rayos de luz y de bondad en todas las culturas. Nuestra respuesta afirma y se basa en lo que es bueno y justo, y al mismo tiempo trabaja para cambiar lo que no lo es. La obra de la evangelización requiere coraje, fortaleza, paciencia y confianza en la providencia de Dios. Como personas que por la fe ya poseen la vida divina de la gracia dentro de nosotros, debemos acercarnos a este trabajo con espíritu alegre y corazón incansable. Recordamos que nunca ha sido fácil en ninguna época para los cristianos vivir en el mundo y, sin embargo, la fe no ha dejado de crecer y dar frutos en abundancia. Como san Juan expresó tan bien en el prólogo de su Evangelio al hablar de Cristo, "La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron" (Jn 1,5). El plan pastoral para la evangelización en los Estados Unidos expresa este objetivo. "Al contemplar tanto los ideales como las fallas de nuestra nación, los católicos necesitamos reconocer lo que nuestra fe católica, por todo lo que ha recibido de la cultura norteamericana, puede aún contribuir a nuestro país. A nivel de verdad, tenemos una enseñanza moral profunda y consistente basada en la dignidad y destino de cada persona creada por Dios. A nivel práctico, tenemos el testimonio de católicos estadounidenses que sirven a los más necesitados, en lo educativa, social, material y espiritual" (Vayan y Hagan Discípulos, no. 59). Dios nos ha confiado esta noble tarea de compartir la luz de la fe y crear una civilización de vida y amor. Nosotros somos sus instrumentos humanos, pero es su trabajo, una obra de la gracia y un esfuerzo que se culminará a la propia manera de Dios y en su propio tiempo.

El anuncio de Cristo resucitado es una obra de belleza y gracia. Es a la vez una invitación y un desafío. Me viene a la mente la pregunta de san Pablo a los romanos. "'Todo el que invoque al Señor como a su Dios, será salvado por él'. Ahora bien, ¿cómo van a invocar al Señor, si no creen en él? ¿Y cómo van a creer en él, si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se lo anuncie? ¿Y cómo va a haber quienes lo anuncien, si no son enviados?... '¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que trae buenas noticias!'" (Rm 10:13-15). El papa Benedicto XVI, al concluir su llamado a este Año de la Fe, ofrece esta oración: "Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin" (PF, no. 15).


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