Para el Párroco - Sr. Angela Erevia

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Para el Párroco

por la Sr. Angela Erevia, MCDP (Misionera Catequista de la Divina Providencia)
Directora del Ministerio Hispano
Diócesis de Dodge City, Kansas

Cooper, un niño que conocemos sólo por su primer nombre, había pasado los primeros dos años de su vida en silencio. La comunicación con él se había limitado al contacto físico y señas de su madre y de los que lo rodeaban. Después de que se le implantara un dispositivo auditivo, escuchó la voz de su madre por primera vez. Su reacción captó la atención nacional. Fue algo realmente maravilloso. Cooper levantó sus brazos, agitándolos, y casi no podía respirar de puro gozo. Para los que observaban, ese momento fue mágico; para algunos fue un milagro, pero para otros fue y sigue siendo un misterio. La forma en que está creado nuestro cuerpo humano y en que funciona cada parte es realmente la obra de nuestro Creador. Con el salmista, decimos: "Te doy gracias por tantas maravillas, obra tuya soy, admirable y misteriosa" (Sal 139,14). Cuando cada parte del cuerpo humano funciona correctamente, todo el cuerpo se beneficia. Lo mismo ocurre con la familia humana. Cuando cada miembro está sano y vibrante, todos los miembros se benefician y toman su propio lugar en la Iglesia y en la sociedad.

Al proclamar un Año de la Fe —desde el 11 de octubre de 2012 hasta la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey Universal, el 24 de noviembre de 2013—, el papa Benedicto XVI nos llamó a una Nueva Evangelización mientras conmemoramos los 50 años del Concilio Vaticano II y los 20 años del Catecismo de la Iglesia Católica. La Nueva Evangelización nos llama a renovar nuestra propia fe en el Señor Jesús y a compartir nuestra fe de tal manera que otros la puedan escuchar como si fuera la primera vez. Esto ciertamente es y continúa siendo la obra del Espíritu Santo.

El Concilio Vaticano II convocado por el papa Juan XXIII fue el regalo más grande de la Iglesia al mundo del siglo XX. Su intención fue "pastoral" por naturaleza. "Aggiornamento" se convirtió en una palabra nueva en los círculos de la Iglesia. Significa "el acto de poner algo al día para responder a las necesidades actuales". El Concilio en particular llamó a la Iglesia a ponerse al día y a ser solidaria con toda la familia humana: "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo" (Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual [Gaudium et Spes], no. 1, https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html). De las numerosas y diversas contribuciones del Concilio Vaticano II, el papel de los laicos en la Iglesia y en la sociedad ha sido en particular extraordinario a todos los niveles de la vida de la Iglesia. Por eso, este artículo se enfocará en el papel de los laicos en la Iglesia y en la sociedad.

El 15 de septiembre, Domingo Catequético, nos centraremos en el tema "Abrir la puerta de la fe", aun cuando este Año de la Fe llega a su fin en noviembre. Por las palabras de Pablo aprendemos lo que significa evangelizar y hacer discípulos para Jesús: "Al llegar, reunieron a la comunidad y les contaron lo que había hecho Dios por medio de ellos y cómo les había abierto a los paganos las puertas de la fe" (Hch 14,27). En su predicación, Pablo entendió claramente dos elementos esenciales que todo evangelizador debe saber sobre la obra de evangelización. Primero, sólo Dios abre la puerta de la fe, ya que la fe es un don que sólo Dios da a los que están dispuestos a recibirlo libremente. Segundo, Pablo fue un testigo creíble porque compartió con otros lo que Dios había hecho con él.

Como párrocos, líderes catequéticos, catequistas y feligreses, nosotros compartimos el mismo privilegio que Pablo. También nosotros preparamos a la gente a abrir su corazón a Dios. Es un encargo sagrado con muchos desafíos pastorales e incontables bendiciones. Sabiendo que la gente no presta atención a personas en quienes no confía, a veces será muy difícil para nosotros compartir la fe con otros. Debemos recordarnos que nuestra tarea principal es cultivar el terreno del corazón para que otros puedan recibir el don de la fe de Dios de creer en Jesús y seguirlo fielmente.

Abrir la puerta de la fe es principalmente hacer discípulos para el Señor Jesús. Para ser evangelizadores eficaces, debemos ser evangelizados y ser testigos creíbles. Nos convertimos en testigos creíbles cuando aceptamos el gran poder de Dios que obra en nuestra propia vida. Cultivamos algunas virtudes cristianas para formar una actitud de agradecimiento a Dios por los dones que nos da. Ante todo, debemos ser mujeres y hombres profundamente enamorados de Dios y de su pueblo. Debemos tener una relación fuerte y firme con Dios por medio de la oración y los sacramentos, especialmente la Eucaristía. Firmemente apegados a la humildad, estamos conscientes de que todas las cosas buenas vienen del Dios amoroso que nos creó a su imagen y semejanza. Por medio de la perseverancia, encontramos la fuerza y la esperanza para no rendirnos cuando enfrentamos dificultades en nuestra vida.

Abrir la puerta de la fe toma muchas formas. Dar testimonio del amor y compasión de Dios hacia nosotros en nuestros momentos más débiles es un modo potente de comenzar un diálogo para compartir la fe. Compartimos con otros cómo nos esforzamos para vivir vidas santas. Les aseguramos que fueron creados a imagen de Dios y los convencemos de que son la obra de Dios. Creamos un ambiente para que otros experimenten un sentido profundo de su propia dignidad humana. Les damos oportunidades para que descubran su propósito en la vida y los dirigimos a una vida de servicio a los demás. A veces perdonamos a alguien que nos ha ofendido profundamente. Acompañamos a otros que se esfuerzan por vivir vidas santas. Consolamos a aquellos que lloran por la muerte de un ser querido. Buscamos la sabiduría de los ancianos de la comunidad de fe. Abrazamos la energía y el entusiasmo de los jóvenes y les enseñamos a amar y a valorar su propia vida. Acogemos a los inmigrantes y aceptamos sus regalos culturales, que enriquecen nuestras comunidades de fe.

Los laicos constituyen la vasta mayoría del Pueblo de Dios.

A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento. (Lumen Gentium [LG], no. 31, https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19641121_lumen-gentium_sp.html).

Unidos a la misión de la Iglesia, los laicos evangelizan dando testimonio de su vida y compartiendo su fe:

En la Iglesia hay variedad de ministerios, pero unidad de misión. A los Apóstoles y a sus sucesores les confirió Cristo el encargo de enseñar, de santificar y de regir en su mismo nombre y autoridad. Mas también los laicos hechos partícipes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen su cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en el mundo… Pero siendo propio del estado de los laicos el vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, ellos son llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento. (Decreto sobre el apostolado de los laicos [Apostolicam Actuositatem], no. 2, https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19651118_apostolicam-actuositatem_sp.html).

Reconocer y apoyar a los laicos es crucial para la Nueva Evangelización. Por su propia vida contribuyen a la edificación y el crecimiento del Cuerpo de Cristo. Más que nunca en la historia de la Iglesia, numerosos hombres y mujeres responden fielmente al llamado a la santidad. Son una fuerza poderosa de hospitalidad, bondad, amor, compasión, perdón y esperanza en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad. Transforman sus hogares y sus lugares de trabajo en oportunidades para vivir, compartir y celebrar la presencia de Dios: "...están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena" (LG, no. 40).

La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos ha publicado excelentes materiales para el Domingo Catequético 2013. Parte de la formación continua de los laicos es introducirlos a estos excelentes recursos y ponerlos a su disposición para que los usen en todo tipo de reuniones: conferencias, retiros, días de oración, misiones parroquiales, formación de catequistas, grupos de oración, grupos de estudios bíblicos, grupos de apoyo y días dedicados para el crecimiento y enriquecimiento de la fe personal. Aquellos que participan en la vida y los ministerios de la Iglesia están en posición de tocar a otros de un modo muy profundo que dará fruto duradero. Celebremos sus increíbles contribuciones a la Iglesia y a la sociedad. ¡Continuemos formando, apoyando y rezando por los laicos para que sean testigos creíbles y proclamadores eficaces de la Nueva Evangelización!


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Las citas del Concilio Vaticano II han sido extraídas de la página Web oficial del Vaticano. Todos los derechos reservados.

Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de setiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este trabajo puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin el permiso escrito del titular del copyright.