Cristo Rey 2020

Notas para el leccionario

Antecedentes

El último domingo de cada año litúrgico, la Iglesia celebra la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo o Cristo Rey.

El papa Pío XI instituyó esta festividad en 1925 con su encíclica Quas primas (“En primer lugar”) para responder al creciente secularismo y hostilidad contra la Iglesia. La fiesta de hoy nos recuerda que a pesar de que los gobiernos y las ideologías van y vienen, Cristo reina como Rey eterno.

En la primera etapa del siglo XX, en México, Rusia y en muchas partes de Europa, los regímenes ateos amenazaban no solo a la Iglesia católica y a sus fieles, sino a la civilización en sí misma. La encíclica del Papa Pío XI les dio a los católicos esperanza y —mientras los gobiernos en torno a ellos se derrumbaban— la seguridad de que Cristo Rey reinaría por siempre. El Papa Pío XI dijo que Cristo “reina en las inteligencias de los hombres, no tanto por el sublime y altísimo grado de su ciencia cuanto porque Él es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de Él y recibir obedientemente la verdad” (Quas primas, 6). 

Quas primas sigue resultando cierta. El Santo Padre habla directamente al problema de lo que llamó “laicismo”, por el cual se refería a la actitud de quienes buscaban extirpar la influencia cristiana de la vida política. Vemos un tipo de esta misma actitud hoy, por ejemplo, cuando se sugiere que creer en la doctrina católica hace que una persona no sea apta para un nombramiento judicial. En los últimos años, las campañas laicistas agresivas intentaron marginar la Iglesia y otras instituciones religiosas.

Cuando nuestra nación es atacada por disturbios civiles, tensión racial y una pandemia, hacemos bien en recurrir a Nuestro Señor, que reina sobre todos los pueblos y naciones.

Primera lectura: Ezequiel 34, 11-12. 15-17 

Esto dice el Señor Dios: “Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas. Así como un pastor vela por su rebaño cuando las ovejas se encuentran dispersas, así velaré yo por mis ovejas e iré por ellas a todos los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y oscuridad.

Yo mismo apacentaré a mis ovejas, yo mismo las haré reposar, dice el Señor Dios. Buscaré a la oveja perdida y haré volver a la descarriada; curaré a la herida, robusteceré a la débil, y a la que está gorda y fuerte, la cuidaré. Yo las apacentaré con justicia.

En cuanto a ti, rebaño mío, he aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos”.

  • Ezequiel habla al dolor y la esperanza de muchísimos miembros de la Iglesia de Estados Unidos hoy. Su mensaje está dirigido a un pueblo que ha sido exiliado. Judá había sido llevado a Babilonia cuando Ezequiel, que era sacerdote y profeta, dijo estas palabras. Las ovejas, es decir, los fieles, escuchaban estas palabras y reconocían que el pastor no las había abandonado.
  • Mientras nuestro país enfrenta una creciente polarización y reconocimiento de las injusticias raciales, sería buena idea que todos los católicos estadounidenses consideren cuántas personas en este país de alguna manera fueron exiliadas de su patria. ¿Cuántas personas continúan sintiendo este país como un lugar de exilio más que un hogar? ¿De qué manera pueden los católicos cambiar esta situación?
  • Ezequiel también le habla a una Iglesia sufrida. Muchas personas cuya fe se ha visto sacudida por los escándalos de los abusos por parte del clero pueden encontrar esperanza en esas palabras: “Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas”. Para muchos cristianos, es esta esperanza en el Señor mismo, el Señor que busca a los perdidos, guía de manera justa, y juzga entre ovejas y machos cabríos, eso los mantiene aferrados a la Iglesia.

Segunda lectura: 1 Corintios 15, 20-26. 28

Hermanos: Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos. Porque si por un hombre vino la muerte, también por un hombre vendrá la resurrección de los muertos.

En efecto, así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos volverán a la vida; pero cada uno en su orden: primero Cristo, como primicia; después, a la hora de su advenimiento, los que son de Cristo.

Enseguida será la consumación, cuando, después de haber aniquilado todos los poderes del mal, Cristo entregue el Reino a su Padre. Porque él tiene que reinar hasta que el Padre ponga bajo sus pies a todos sus enemigos. El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte. Al final, cuando todo se le haya sometido, Cristo mismo se someterá al Padre, y así Dios será todo en todas las cosas.

  • El tema del Final aparece en la primera oración de este pasaje cuando San Pablo se refiere a la resurrección de Cristo como los primeros frutos. El Apóstol enseña que todos los que recibieron el reino, que pertenecen a Cristo, resucitarán de entre los muertos. La resurrección de Cristo revela lo que les espera a todos los que están en Cristo. Esta promesa de vida eterna impulsa a los cristianos a permanecer cerca de Cristo.
  • El reinado de Cristo relativiza todos los poderes terrenales. Debidamente queremos ser buenos ciudadanos, y siempre debemos expresar a las autoridades legítimas el respeto que les corresponde. Al mismo tiempo, debemos reconocer que toda autoridad está sujeta a Cristo.
  • Un gran peligro del nacionalismo y del secularismo es que pueden hacer que no veamos el correcto orden de las cosas. Tendemos a ver las realidades terrenales y temporales como fundamentales. A su vez la religión puede verse instrumentalizada. Es decir, desde este punto de vista, la religión es buena siempre y cuando sea útil para lograr algún objetivo político o personal. La Solemnidad de Cristo Rey cuestiona esa tendencia. Es una fiesta que exige un reordenamiento de prioridades porque nos recuerda que Cristo es la meta de la creación.

Evangelios: Mateo 25,31-46

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’.

Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron’.

Entonces ellos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.

  • Al igual que en el pasaje de Ezequiel, este texto habla del pastor que separa lo suyo, las ovejas, de los cabríos. Tal vez se pasa por alto fácilmente que al hacerse eco del profeta, san Mateo identifica al Hijo del Hombre, Jesús de Nazaret, como el Señor de Israel. Al relacionar este texto con el pasaje de Ezequiel, la Iglesia demuestra cómo Jesús de Nazaret se identifica a sí mismo como el Dios que se reveló a Moisés y a los profetas".
  • Como pastor, el Señor cuida y vela por su pueblo. El pastor y las ovejas se conocen mutuamente. El pueblo de Dios sabe que conoce a Jesús mediante la realización de las obras de misericordia. En una homilía sobre este pasaje, el Papa Francisco dice: 

Quien las realiza demuestra haber acogido la realeza de Jesús, porque hizo espacio en su corazón a la caridad de Dios. Al atardecer de la vida seremos juzgados en el amor, en la proximidad y en la ternura hacia los hermanos. De esto dependerá nuestro ingreso o no en el reino de Dios, nuestra ubicación en una o en otra parte. Jesús, con su victoria, nos abrió su reino, pero está en cada uno de nosotros la decisión de entrar en él, ya a partir de esta vida —el reino comienza ahora— haciéndonos concretamente próximo al hermano que pide pan, vestido, acogida, solidaridad, catequesis. 

  • Al estar cerca de los hermanos y hermanas que sufren, nos acercamos a Jesús. Hay gente que en nuestro país está sufriendo ahora. Nuestros amigos, familiares y vecinos están sufriendo. La recesión económica hace que mucha gente se pregunte cómo pagará las cuentas o de dónde vendrá su próxima comida. Nosotros, los católicos, en forma individual o con la parroquia, podemos buscar oportunidades para atender las necesidades de personas que sufren y, al hacerlo, reconoceremos el reinado de Cristo.
  • No solo como personas podemos actuar por el bien del prójimo. Cuidar a los pobres implica una acción individual y colectiva. El Estado tiene la responsabilidad de proteger a los desamparados, y los cristianos debemos trabajar para ordenar nuestra vida en común por el bien de todos. Asimismo, la Iglesia como sociedad por derecho propio es responsable de atender a los desamparados.
  • La Iglesia institucionalizó muchas de estas obras de misericordia, con la creación de escuelas, agencias para el reasentamiento de refugiados, servicios de adopción y acogida temporal, hospitales, entre otros. La Iglesia debe tener una función esencial en ayudar el mundo a recuperarse de la pandemia. La Iglesia católica es uno de los grandes proveedores de servicios de beneficencia y sociales en este país. Por supuesto, como el Santo Padre a menudo nos recuerda: la Iglesia no es una ONG [organismo no gubernamental]. Las obras públicas de la Iglesia están animadas por el Espíritu de Cristo. 
  • La libertad religiosa significa que como mínimo la Iglesia tenga el espacio para seguir realizando estas obras. Cuando los gobiernos restringen la capacidad de la Iglesia de servir en áreas como atención de la salud, servicios de bienestar infantil, inmigración y educación, violan los derechos de la Iglesia. Como ciudadanos fieles, los católicos deben promover la libertad religiosa y usar esa libertad para servir a los demás.

Intercesiones generales de muestra

Celebrante: Sabiendo que solo en Cristo encontramos la verdadera libertad, presentemos nuestras oraciones, intercediendo por todos los necesitados, y respondemos: Señor, escucha nuestra oración. 

Diácono/Lector: 

  1. Por el Papa Francisco, nuestro obispo N., y todos los ministros de la Iglesia, que sus prédicas y su ejemplo alienten a los fieles a permanecer firmes en sus creencias como testigos del Evangelio; roguemos al Señor... 
  2. Por nuestro presidente, gobernador, legisladores, jueces y todos los que están al servicio del bien común, para que por medio del don de la sabiduría celestial, nunca fracasen en su labor por defender la libertad religiosa y la protección de la conciencia para todos; roguemos al Señor... 
  3. Para quienes disciernen el llamado de Dios en su vida: que estén abiertos a escuchar la voz del Señor y encuentren apoyo para aceptar su invitación a servir libremente en amor; roguemos al Señor... 
  4. Por los muchos ministerios de la Iglesia que revelan el poder de Dios y su amor al mundo, especialmente nuestras instituciones educativas, centros de atención médica, centros comunitarios y servicios de caridad, especialmente la Campaña Católica para el Desarrollo Humano: que puedan gozar de plena protección para cumplir su misión; roguemos al Señor... 
  5. Por los enfermos que anhelan sanarse, por los moribundos, y para quienes son llamados a curar y consolar a los enfermos y a los que sufren: que tengan la libertad de seguir su fe, mientras cumplen sus deberes profesionales; roguemos al Señor... 
  6. Por todos nosotros, que nos reunimos en oración, confiando en la gracia de Dios para salvar: que, por medio de los dones del espíritu, tengamos la sabiduría para conocer la voluntad de Dios y encontremos el valor para dar testimonio de su amor; roguemos al Señor...
  7. Por quienes han muerto y por todos los que lloran y están de luto por su fallecimiento: que la promesa de la resurrección para los justos les dé esperanza; roguemos al Señor... 

Celebrante: Dios Todopoderoso y eterno, en quien encontramos la verdadera libertad y la paz duradera, te pedimos que mires con benevolencia nuestras necesidades y, viendo la fe que nos inspira a suplicarte, concédenos lo que verdaderamente necesitamos, en especial la libertad de servirte en el amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios II, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. 

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