Capítulo 17. La Eucaristía: Fuente y Cumbre de la Vida Cristiana
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LA EUCARISTÍA TRANSFORMA
AL QUE LA RECIBE
Para participar activamente en la Misa, necesitamos resistirnos a la
tendencia a la pasividad que puede surgir cuando nos reunimos en un
entorno similar al de una audiencia. En Misa, somos una asamblea de
creyentes llamados a ser una comunidad unida en alabanza y culto a
Dios. Hacemos esto al cantar himnos, salmos, al recitar oraciones
y respuestas, especialmente en nuestro “sí” a Dios en el Gran Amén.
Una participación activa también requiere una atención interior y un
ofrecimiento interior profundo, como urge San Pablo en la carta a los
Romanos 12:1: “Por la misericordia que Dios les ha manifestado, los
exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva, santa
y agradable a Dios, porque en esto consiste el verdadero culto”.
Cuando la asamblea de creyentes, a manos del sacerdote, ofrece el
sacrificio de Cristo al Padre, los miembros de la asamblea están llamados
a ofrecer sus cuerpos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.
Al usar la palabra
cuerpo
, San Pablo no se refiere simplemente a nuestra
carne y huesos, sino a nuestro propio ser. Esto es, entonces, un sacrificio
espiritual. ¿Cómo podemos hacer esto?
En la Plegaria Eucarística, escuchamos que Jesús tomó el pan, lo
bendijo, lo partió, lo hizo su Cuerpo y lo dio por nuestra salvación.
Una forma de identificarnos con esto es rezando: “Señor, tómame.
Bendíceme. Párteme. Hazme parte de tu don sacrificial y de salvación
por las necesidades corporales y espirituales del mundo”. Al ofrecernos
al Padre en unión con Cristo, practicamos la participación activa en la
Misa en su máxima expresión.
Este drama interior que tiene lugar durante cada Misa contribuye
al proceso de nuestra transformación espiritual en Cristo. Todo lleva
tiempo. Cuando recibimos la Comunión, tenemos que recordar que no
estamos trasformando a Cristo en nosotros. Jesús nos está transformado
a nosotros en él. Esto requiere un entendimiento correcto de la Presencia
Real de Jesús bajo la apariencia del pan y el vino. No es simplemente