El llamado a la familia, a la comunidad y a la participación

 A poster of a group of people

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La persona no sólo es sagrada sino también social. La manera en que organizamos nuestro sociedad-en lo económico y lo político, en leyes y políticas-afecta directamente la dignidad humana y la capacidad de los individuos para crecer en comunidad. El matrimonio y la familia son las instituciones centrales de la sociedad y éstas deben ser apoyadas y no minadas. Creemos que todas las personas tienen el derecho y el deber de participar en la sociedad buscando juntas el bien común y el bienestar para todos, especialmente para los pobres e indefensos. 

La Escritura 

  • Génesis 2, 18 
             No conviene que el hombre esté solo.  

 

 

  • Levítico 25, 23-43   
             Lo que posees pertenece al Señor y se da para el bien de todos. 

 

  • Jeremías 7, 5-7 
              Si actúan con justicia unos con otros, Dios habitará en la tierra. 

 

  • Miqueas 6, 6-8 
             Practica la justicia, ama la fidelidad y camina humildemente con Dios. 

 

  • Juan 15:12-17 
             Este es mi mandamiento: ámense los unos a los otros, como yo los he amado.        

 

 

  • Romanos 12, 4-8 
             Somos un solo cuerpo, individualmente miembros los unos de los otros. 

 

 

  • Santiago 2, 14-17   
             Nuestra fe está muerta si ignoramos a otros en necesidad. 

 

  • 1 Pedro 4, 8-11   
             Sírvanse unos a otros con los dones que han recibido. 

 

  • 1 Juan 3, 16-18 
             Debemos dar nuestras vidas unos por otros. 

 

  • 1 Juan 4, 19-21 
              Los que aman a Dios deben amar a sus hermanos y hermanas. 

 

Tradición   

“La existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro”. (Papa Francisco, Sobre la fraternidad y la amistad social [Fratelli Tutti], n. 66)  

 

“Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud ‘si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás’. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: ‘Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro’. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque ‘la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte’”. (Papa Francisco, Sobre la fraternidad y la amistad social [Fratelli Tutti], n. 87)  

 

“La familia se convierte en sujeto de la acción pastoral mediante el anuncio explícito del Evangelio y el legado de múltiples formas de testimonio, entre las cuales: la solidaridad con los pobres, la apertura a la diversidad de las personas, la custodia de la creación, la solidaridad moral y material hacia las otras familias, sobre todo hacia las más necesitadas, el compromiso con la promoción del bien común, incluso mediante la transformación de las estructuras sociales injustas, a partir del territorio en el cual la familia vive, practicando las obras de misericordia corporal y espiritual”. (Papa Francisco, Sobre el amor en la familia [Amoris Laetitia], n. 290, citando el Informe Final del Sínodo de los Obispos, 24/10/15) 

 

“Se deben evaluar continuamente las políticas económicas y sociales y también la manera de organizar el mundo del trabajo a la luz de su impacto sobre la fuerza y la estabilidad de la vida familiar. El futuro de esta nación a largo plazo se halla íntimamente vinculado con el bienestar de las familias, ya que la familia es la forma más básica de comunidad humana.  Hay que moderar la eficiencia y la competencia en el mercado, tomando más en cuenta la manera en la que los horarios de trabajo y las remuneraciones apoyan y ponen en peligro los vínculos entre esposos y entre padres e hijos”. (Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, Justicia económica para todos, n. 93) 

 

“La primera estructura fundamental a favor de la ‘ecología humana’ es la familia...   fundada en el matrimonio, en el que el don recíproco de sí por parte del hombre y de la mujer crea un ambiente de vida en el cual el niño puede nacer y desarrollar sus potencialidades, hacerse consciente de su dignidad y prepararse a afrontar su destino único e irrepetible”. (San Juan Pablo II, En el centenario [Centesimus annus], n. 39) 

 

“La familia cristiana, como ‘pequeña Iglesia’, está llamada, a semejanza de la ‘gran Iglesia’, a ser signo de unidad para el mundo y a ejercer de ese modo su función profética, dando testimonio del Reino y de la paz de Cristo, hacia el cual el mundo entero está en camino. Las familias cristianas podrán realizar esto tanto por medio de su acción educadora, es decir, ofreciendo a los hijos un modelo de vida fundado sobre los valores de la verdad, libertad, justicia y amor, bien sea con un compromiso activo y responsable para el crecimiento auténticamente humano de la sociedad y de sus instituciones, bien con el apoyo, de diferentes modos, a las asociaciones dedicadas específicamente a los problemas del orden internacional”. (San Juan Pablo II, La familia cristiana en el mundo actual [Familiaris Consortio], n. 48) 

 

“La instancia local puede hacer una diferencia. Pues allí se puede generar una mayor responsabilidad, un fuerte sentido comunitario, una especial capacidad de cuidado y una creatividad más generosa, un entrañable amor a la propia tierra...    A problemas sociales se responde con redes comunitarias, no con la mera suma de bienes individuales”. (Papa Francisco, Sobre el cuidado de la casa común [Laudato Si’], n. 179, 219)  
 
“En cada nación, los habitantes desarrollan la dimensión social de sus vidas configurándose como ciudadanos responsables en el seno de un pueblo, no como masa arrastrada por las fuerzas dominantes. Recordemos que ‘el ser ciudadano fiel es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral’”. (Papa Francisco, La alegría del Evangelio [Evangelii Gaudium], n. 220, citando a la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles, marzo de 2019, n. 13)  
 
“La subsidiaridad respeta la dignidad de la persona, en la que ve un sujeto siempre capaz de dar algo a los otros”. (Papa Benedicto XVI, La caridad en la verdad [Caritas in Veritate], n. 57) 
 
“La norma primordial para determinar el alcance y los límites de la intervención del gobierno es el ‘principio de subsidiariedad’ ya citado, según el cual el gobierno, para salvaguardar la justicia fundamental, debe tomar solamente aquellas iniciativas que superan la capacidad de los individuos o de los grupos privados independientes. El gobierno no ha de sustituir o destruir las comunidades menores o la iniciativa de los individuos, sino que, por el contrario debe ayudarlos para que contribuyan más eficazmente al bienestar social, y debe complementar su actividad cuando las exigencias de la justicia superen sus capacidades. Con esto no se quiere decir que el gobierno que gobierna menos gobierna mejor; sino que se quiere afirmar que una buena intervención por parte del gobierno es aquella que por medio de la orientación, el aliento, la restricción y la regulación de la actividad económica, ‘según los casos y la necesidad lo exijan’”. (Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, Justicia Económica para Todos, n. 124)  
 
“Con el fin de llevar a cabo plenamente el derecho al desarrollo:  (a) No se impida a los pueblos conseguir el desarrollo en conformidad con los rasgos culturales propios. (b) A través de una cooperación mutua puedan todos los pueblos convertirse en los principales artífices del propio desarrollo económico y social”.  (Sínodo Mundial de Obispos Católicos, La Justicia en el Mundo [Justicia in Mundo], p.12)  
 
“Pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el principio los hizo hombre y mujer (Gen 1, 27). Esta sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de la comunión de personas humanas. El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás”. (Concilio Vaticano II, La Iglesia en el mundo actual [Gaudium et Spes], n. 12)