Opción por los pobres y vulnerables

Una prueba moral básica es cómo les va a los miembros más indefensos. En una sociedad marcada por divisiones cada vez más agudas entre ricos y pobres, nuestra tradición recuerda la historia del Juicio Final (Mt. 25:31-46) y nos enseña a preocuparnos primero por las necesidades de los pobres e indefensos. 

La Escritura: 

  • Éxodo 22, 20-26 
           No oprimirás al pobre o vulnerable. Dios escuchará su clamor. 

 

  • Levítico 19, 9-10 
             Una parte de la cosecha se reserva para los pobres y los extranjeros. 

 

  • Job 34, 20-28  
             El Señor escucha el clamor de los pobres. 

 

 

 

 

  • Isaías 58, 5-7 
             El culto verdadero es trabajar por la justicia y cuidar a los pobres y oprimidos. 

 

  • Mateo 25, 34-40   
             Lo que hacen por los más pequeños de entre ustedes, lo hacen por Jesús. 

 

  • Lucas 4, 16-21   
             Jesús proclama su misión: llevar la buena nueva a los pobres y oprimidos. 

 

  • Lucas 6, 20-23 
             Bienaventurados los pobres, de ellos es el reino de Dios. 

 

  • 1 Juan 3, 17-18 
             ¿Cómo habita el amor de Dios en alguien que tiene los bienes del mundo y ve a uno en necesidad y se niega a ayudar? 

 

 

Tradición   

“Hace falta pensar en la participación social, política y económica de tal manera ‘que incluya a los movimientos populares...’   En este sentido son ‘poetas sociales’, que trabajan, proponen, promueven y liberan a su modo. Con ellos será posible un desarrollo humano integral, que implica superar ‘esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos’”. (Papa Francisco, Sobre la fraternidad y la amistad social [Fratelli Tutti], n. 169)  

 

“El diálogo no solamente debe privilegiar la opción preferencial por la defensa de los pobres, marginados y excluidos, sino que los respeta como protagonistas. Se trata de reconocer al otro y de valorarlo ‘como otro’, con su sensibilidad, sus opciones más íntimas, su manera de vivir y trabajar. De otro modo, lo que resulte será, como siempre, ‘un proyecto de unos pocos para unos pocos’, cuando no ‘un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz’ Si esto sucede ‘es necesaria una voz profética’ y los cristianos estamos llamados a hacerla oír”. (Papa Francisco, Querida Amazonía, n. 27)  

 

“La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: ‘Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí’ (Mt 25, 40). Lo que hagamos con los demás tiene una dimensión trascendente: ‘Con la medida con que midáis, se os medirá’ (Mt 7, 2); y responde a la misericordia divina con nosotros: ‘Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará […]   Con la medida con que midáis, se os medirá’ (Lc 6, 36-38). Lo que expresan estos textos es la absoluta prioridad de la ‘salida de sí hacia el hermano’ como uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual en respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios”. (Papa Francisco, La alegría del evangelio [Evangelii Gaudium], n. 179) 

 

“‘El amor de la Iglesia por los pobres [...] pertenece a su constante tradición’. Está inspirado en el Evangelio de las bienaventuranzas, en la pobreza de Jesús, y en su atención a los pobres...    ‘los oprimidos por la miseria son objeto de un amor de preferencia por parte de la Iglesia, que, desde los orígenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos’”. (Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2444, 2448, citando a Centesimus Annus, n. 57, y Libertatis conscientia, n. 68) 

 

“El amor por el hombre y, en primer lugar, por el pobre, en el que la Iglesia ve a Cristo, se concreta en la promoción de la justicia”. (San Juan Pablo II, En el centenario, [Centesimus Annus], n. 58)  
 
“El deber de lograr la justicia para todos significa que la reivindicación económica más urgente para la conciencia de la nación es la de los pobres”. (Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, Justicia económica para todos, n. 86)  
 
“El fin principal de dicho compromiso con los pobres es el de capacitarlos para que se vuelvan participantes activos en la vida de la sociedad, es decir, hacer posible que todas las personas participen y hagan su aporte al bien común. Por lo tanto, la ‘opción por los pobres’ no es un mote agresivo que opone una clase en contra de otra sino que, al contrario, afirma que la privación y la impotencia de los pobres perjudica a toda la comunidad. La extensión de su sufrimiento es la medida que señala lo lejos que estamos de ser una verdadera comunidad de personas. Dichas heridas serán curadas únicamente por medio de una mayor solidaridad con los pobres y entre los mismos pobres. (Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, Justicia económica para todos, n. 88) 

 

“Las necesidades de los pobres son de mayor prioridad que los deseos de los ricos; los derechos de los obreros son de mayor prioridad que el maximizar las ganancias; la conservación del medio ambiente es de mayor prioridad que la expansión industrial desenfrenada; la producción para satisfacer las necesidades sociales es de mayor prioridad que la producción con propósitos militares”. (Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, Justicia económica para todos, n. 94). 
 
“El Evangelio, al enseñarnos la caridad, nos inculca el respeto privilegiado a los pobres y su situación particular en la sociedad: los más favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás”. (San Pablo VI, [Octogesima Adveniens], n. 23)  
 
“‘Si alguno tiene bienes de este mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo es posible que resida en él el amor de Dios?’ (1 Jn 3, 17).  Sabido es con qué firmeza los Padres de la Iglesia han precisado cuál debe ser la actitud de los que poseen respecto a los que se encuentran en necesidad: ‘No es parte de tus bienes —así dice San Ambrosio— lo que tú das al pobre; lo que le das le pertenece. Porque lo que ha sido dado para el uso de todos, tú te lo apropias. La tierra ha sido dada para todo el mundo y no solamente para los ricos’”. (San Pablo VI, Sobre el Desarrollo de los Pueblos [Populorum Progressio], n. 23)  
 
“Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde. Es éste el sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron que los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes superfluos. Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que, acordándose de aquella frase de los Padres:  ‘Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas,’ según las propias posibilidades, comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos”. (Concilio Vaticano II, La Iglesia en el mundo actual [Gaudium et Spes], n. 69) 

 

“Sólo que en la protección de los derechos individuales se habrá de mirar principalmente por los débiles y los pobres. La gente rica, protegida por sus propios recursos, necesita menos de la tutela pública; la clase humilde, por el contrario, carente de todo recurso, se confía principalmente al patrocinio del Estado”. (Papa León XIII, Sobre la situación de los obreros [Rerum Novarum], n. 27)