La dignidad del trabajo y los derechos de los trabajadores

La economía debe servir al pueblo y no al revés. El trabajo es más que una forma de ganarse la vida, es una forma de participar continuamente en la creación de Dios. Si e ha de proteger la dignidad del trabajo, entonces debe respetarse los derechos básicos de los trabajadores-el derecho a un trabajo productivo, a salarios adecuados y justos, a organizar sindicatos y a unirse a ellos, a la propiedad privada y a la iniciativa económica. 

La Escritura 

 

  • Génesis 2, 15   
             Dios puso al hombre en el jardín del Edén para que lo cultive y lo cuide. 

 

 

  • Deuteronomio 14, 28-29  
             El Señor bendice nuestro trabajo para que podamos compartir sus frutos con los demás. 

 

  • Deuteronomio 24, 14-15   
            No niegues el salario a tus trabajadores, porque de ellos depende su sustento. 

 

  • Eclesiástico 34, 22 
             Privar a un empleado de su salario es matar, derramar sangre. 

 

  • Isaías 58, 3-7   
             Observar prácticas religiosas, pero oprimir a tus trabajadores es culto falso.  

 

  • Jeremías 22, 13  
             ¡Ay del que trata injustamente a sus trabajadores! 

 

  • Mateo 20, 1-16   
             Todos los trabajadores deben recibir un salario justo y digno. 

 

  • Marcos 2, 27   
             El sábado ha sido hecho para la gente, y no la gente para el sábado. 

 

  • Lucas 3, 10-14 
              Practica la integridad en tu trabajo. 

 

  • Lucas 12, 13-21   
             El valor de uno no está determinado por la abundancia de posesiones. 

 

  • Santiago 5, 1-6   
             Los que se enriquecen abusando de sus trabajadores han pecado contra Dios. 

 

 

Tradición   

"Que el trabajo sea una parte fundamental de la dignidad de la vida humana se deduce de las primeras páginas de la Biblia, cuando se declara que 'Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara' (Gn 2, 15). Es la representación del trabajador que transforma la materia y aprovecha las energías de lo creado, dando luz al 'pan de vuestros sudores' (Sal 127, 2), además de cultivarse a sí mismo. El trabajo hace posible al mismo tiempo el desarrollo de la sociedad, el sostenimiento de la familia y también su estabilidad y su fecundidad: 'Que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos' (Sal 128, 5-6)". (Papa Francisco, La alegría del amor [Amoris Laetitia], nn. 23-24)  

 

"El trabajo debería ser el ámbito de este múltiple desarrollo personal, donde se ponen en juego muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás, una actitud de adoración. Por eso, en la actual realidad social mundial, más allá de los intereses limitados de las empresas y de una cuestionable racionalidad económica, es necesario que 'se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos'. Estamos llamados al trabajo desde nuestra creación. No debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo". (Papa Francisco, Sobre el cuidado de la casa común [Laudato Si'], n. 127-28) 

 

"El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos". (Papa Francisco, La alegría del Evangelio [Evangelii Gaudium], n. 204)  
 
"Quisiera recordar a todos, en especial a los gobernantes que se ocupan en dar un aspecto renovado al orden económico y social del mundo, que el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad: 'Pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social'". (Papa Benedicto XVI, La caridad en la verdad [Caritas in Veritate], n. 25, citando el Concilio Vaticano II, La iglesia en el mundo actual [Gaudium et Spes], n. 63) 

 

"El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente". (Papa Benedicto XVI, La caridad en la verdad [Caritas in Veritate], n. 36) 

 

"Los pobres son en muchos casos el resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano, bien porque se limitan sus posibilidades (desocupación, subocupación), bien porque se devalúan 'los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia'". (Papa Benedicto XVI, La caridad en la verdad [Caritas in Veritate], n. 63) 

 

"La obligación de ganar el pan con el sudor de la propia frente supone, al mismo tiempo, un derecho. Una sociedad en la que este derecho se niegue sistemáticamente y las medidas de política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de ocupación, no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social". (San Juan Pablo II, En el centenario [Centesimus annus], n. 43) 

 

"Todos tienen derecho a tomar iniciativas económicas, al trabajo productivo, a salarios justos con los subsidios correspondientes, a condiciones decentes del trabajo, así como a organizarse para formar sindicatos u otras asociaciones". (Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, Fundamentos católicos para la actividad económica, n. 5) 

 

"Si el trabajo —en el múltiple sentido de esta palabra— es una obligación, es decir, un deber...   El hombre debe trabajar bien sea por el hecho de que el Creador lo ha ordenado, bien sea por el hecho de su propia humanidad, cuyo mantenimiento y desarrollo exigen el trabajo. El hombre debe trabajar por respeto al prójimo, especialmente por respeto a la propia familia, pero también a la sociedad a la que pertenece, a la nación de la que es hijo o hija, a la entera familia humana de la que es miembro, ya que es heredero del trabajo de generaciones y al mismo tiempo coartífice del futuro de aquellos que vendrán después de él con el sucederse de la historia". (San Juan Pablo II, Sobre el trabajo humano [Laborem Exercens], n. 16)  
 
"El trabajo es un bien del hombre —es un bien de su humanidad—, porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido 'se hace más hombre'". (San Juan Pablo II, Sobre el trabajo humano [Laborem Exercens], n. 9)  
 
"Sobre la base de todos estos derechos, junto con la necesidad de asegurarlos por parte de los mismos trabajadores, brota aún otro derecho, es decir, el derecho a asociarse; esto es, a formar asociaciones o uniones que tengan como finalidad la defensa de los intereses vitales de los hombres empleados en las diversas profesiones. Estas uniones llevan el nombre de sindicatos". (San Juan Pablo II, Sobre el trabajo humano [Laborem Exercens], n. 20) 
 
"La Iglesia lo ha vuelto a afirmar solemnemente en el último Concilio: 'La persona humana es y debe ser el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones'.   Toda persona tiene derecho al trabajo, a la posibilidad de desarrollar sus cualidades y su personalidad en el ejercicio de su profesión, a una remuneración equitativa que le permita a esta persona y a su familia 'llevar una vida digna en el plano material, cultural y espiritual', a la asistencia en caso de necesidad por razón de enfermedad o de edad". (San Pablo VI, [Octogesima Adveniens], n. 14)