Estamos con nuestros hermanos y hermanas inmigrantes

 25 de Octubre, 2016

Por Reverendísimo Eusebio Elizondo

Los católicos saben que cada persona está hecha a imagen y semejanza de Dios. A todos les debemos nuestro respeto y nuestro amor. Estamos llamados a cuidar especialmente de aquellos que más necesitan nuestra acogida, incluyendo a los recién llegados a nuestro país. Ya que la Iglesia en los Estados Unidos ha sido siempre una Iglesia inmigrante, los católicos, de manera especial, sentimos esta responsabilidad.

La historia católica en los Estados Unidos es una historia de inmigrantes, desde los primeros católicos que llegaron aquí muchos siglos atrás, a la ola de inmigrantes europeos quienes centavo a centavo construyeron muchas iglesias y escuelas en todo el país, a aquellos que están llegando hoy en busca de una vida mejor para ellos y para sus familias. Eso es quienes somos.

Somos también familia – una familia cuya vida está enriquecida por el don de nuestra diversidad. Cada domingo, en las parroquias en todo el país, personas de diferentes orígenes se reúnen para celebrar la Misa. Muchas ciudades tienen Misas que se ofrecen en veinte o más idiomas. Católicos de todo origen—chinos, polacos, guatemaltecos, irlandeses, mexicanos, ghaneses, coreanos, hondureños, lituanos, vietnamitas—se reúnen y son enriquecidos por la Eucaristía y también entre ellos.

Como familia, nos cuidamos uno al otro y a nuestros vecinos. Las parroquias, escuelas, hospitales y ministerios de servicio social católicos cuidan de los inmigrantes día a día, desde las clases de idioma hasta los programas de capacitación laboral así como dándoles una mano cuando ellos lo necesitan. Hemos estado ayudando a los inmigrantes a integrarse a la vida en los Estados Unidos desde que los primeros católicos arribaron a nuestras costas. Eso es lo que hacemos.

Dado a quienes somos y a lo que hacemos, tenemos una responsabilidad especial para rechazar la hostilidad que hoy domina el diálogo público sobre los inmigrantes. El lenguaje que usamos en la plaza pública importa. Éste debe reflejar lo mejor de nuestras tradiciones estadounidenses—las tradiciones de acogida; de unidad en la diversidad; de atención a los más necesitados.

El Papa Francisco nos recuerda que los inmigrantes no son distintos a nuestros familiares y amigos; cada uno "tiene un nombre, un rostro y una historia". Recordemos que María, José y el niño Jesús también fueron inmigrantes en una tierra extranjera cuando huyeron del Rey Herodes a Egipto. Cuando recibimos calurosamente a los recién llegados estamos abriendo más ampliamente nuestro corazón a Cristo.

-Reverendísimo Eusebio Elizondo, Obispo Auxiliar de Seattle