Mary McClusky

21 de octubre de 2016

Recientemente asistí a reuniones donde familiaresexpresaron dos actitudes muy diferentes sobre cómo vivir nuestra fe católica en una época incierta. Una de mis familiares expresó desesperación y angustia por nuestra cultura al acercarnos vertiginosamente a los resultados del día de la elección. Temía que los ataques a la vida de quienes todavía no nacieron, al matrimonio, a la libertad religiosa y a la dignidad de las mujeres empeorarían si los votantes eligieran a la persona equivocada. La otra familiar dedicó tiempo a disfrutar de sus nietos, agradecerme a mí y a mi esposo por nuestra labor pro vida y a compartir que su fe la motiva cada mañana a ir en su auto a la misa para rezar.

Ambas mujeres saben la importancia de permitir que su fe guíe e inspire las decisiones en sus vidas. Ambas saben que es vital que nuestra fe nos acompañe a la cabina de votación en nuestros esfuerzos por ponerles un fin al aborto, al suicidio asistido y a la eutanasia, y por proteger a las mujeres, niños y familias. Sin embargo, una demostró cómo la oración, el agradecimiento y la alegría ofrecen esperanzas a una cultura que cambia.

¿Ponemos nuestra fe, esperanza y confianza principalmente en resultados de la cabina de votación o en lo que el Señor nos susurra en el banco de la iglesia?

Ha sido un tiempo difícil y muchas divisiones para nuestro país. Mientras luchamos por unirnos y buscar soluciones a una amplia gama de cuestiones, considere centrarse no en el 8 de noviembre sino en el 8 de diciembre, la fiesta de la Inmaculada Concepción de María. La devoción de San Juan Pablo II a nuestra Santa Madre lo inspiró a buscar la ayuda de Jesús por medio de su intercesión. Que su devoción inspire a hombres y mujeres a acudir a ella como el ejemplo perfecto de fidelidad, fortaleza y valentía en todas las cosas. Esta devoción también es apropiada ya que los obispos de EE. UU. declararon a María la Patrona de Estados Unidos de América bajo el título de la Inmaculada Concepción.

Recuerde también que María, bajo el título de Nuestra Señora de Guadalupe, ayudó a sanar el sufrimiento del pueblo mexicano y a convertir a millones a la fe católica. Si María puede lograr la conversión de toda una nación, considere lo poderosa que es su ayuda para convertir a quienes promueven u ofrecen abortos de modo que abandonen la industria del aborto y busquen la infinita misericordia y el abrazo sanador del Señor.

¿Todavía no está convencido del poder de la oración? Observe cómo la dedicación e insistencia de las campañas de oración en el lugar han sido vitales para ayudar a cerrar Planned Parenthood y otras clínicas de abortos en todo el país.

En la Jornada Mundial de la Paz de 1997, San Juan Pablo II dijo: "No olvidemos nunca que todo pasa y que sólo lo eterno puede colmar el corazón". Más allá de los resultados de la elección, Jesucristo siempre es nuestra salvación y fuente de esperanza. Aunque seamos ciudadanos fieles, podemos ponernos de rodillas y rezar, volver los ojos hacia la cruz y fijar la mirada en Jesús, permitiéndole llenar nuestros corazones de fe, esperanza y amor. Y, como nuestra Señora, siempre recordemos confiar en el plan de Dios para nuestro país y ser una luz para todos los que cruzan nuestro camino.


Mary McClusky es directora adjunta del Desarrollo del Ministerio del Proyecto Raquel en el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para recibir ayuda confidencial después de un aborto, visite www.esperanzaposaborto.org o www.hopeafterabortion.com.