GregSchleppenbach

20 de abril de 2018

Para aquellos que consideran el aborto lo que realmente es —el asesinato deliberado y brutal, por parte de un abortista, de una vida humana indefensa e inocente dentro del vientre de una madre— abogar por su legalidad (incluso como un "derecho" constitucional) no es nada menos que extremismo. 

Entonces, parece difícil imaginar un grado mayor de extremismo propuesto por la industria del aborto y sus adherentes en cargos electos, los medios y en todas partes. Pero la evidencia es clara y contundente.

Para empezar, la industria del aborto ha cambiado sus mantras eufemísticos de "libertad de elección" y "si no estás de acuerdo con el aborto, no lo hagas" a "el aborto es atención médica". Este cambio retórico es necesario para su búsqueda de una agenda política más extrema para forzar a los estadounidenses a aceptar el aborto como atención médica general y pagar por ella. 

Esta agenda incluye forzar a las instituciones y los profesionales de la salud a ofrecer el aborto, participar en él y hacer remisión para abortos, además de forzar a todos los estadounidenses a pagar por abortos por medio de sus planes de atención médica. Trágicamente, ya podemos ver que esta agenda se vuelve realidad. Hace tan solo unos años, California, New York, Oregon y Washington comenzaron a obligar a las Iglesias y otros organismos que se oponen al aborto a ofrecer cobertura para este en sus planes de atención médica. Un número creciente de profesionales de la salud son forzados a elegir entre involucrarse en el aborto por medio de la participación o la remisión, o perder su trabajo. Varios estados y municipalidades han aprobado leyes que obligan a los centros de embarazos pro vida a decirles a las mujeres dónde pueden abortar.

La industria del aborto también quiere obligar a los contribuyentes a financiar el aborto derogando las enmiendas Hyde y Helms y cualquier otra ley que prohíba el uso del financiamiento de los contribuyentes para los abortos. Los defensores del aborto se oponen a proyectos que prohíban los abortos en período avanzado del embarazo únicamente porque un niño esta discapacitado o es del sexo "incorrecto". Incluso se oponen a los proyectos que exigirían ofrecer el mismo grado de atención a un niño nacido vivo después de un aborto que se le ofrece a cualquier otro niño que nace vivo con el mismo tiempo de gestación.

Todas estas políticas pro vida gozan de un apoyo público abrumador que trasciende la afiliación política, el sexo, la raza y la situación económica de un individuo. Aun así, En consonancia con su extremismo inherente, la industria del aborto se opone a estas políticas o quiere eliminarlas.

Igualmente extrema es la "Ley de Protección de la Salud de las Mujeres (S. 510/H.R. 1322), un proyecto de ley federal con un título tan falaz como peligrosas son sus disposiciones. Este invalidaría casi todas las leyes estatales o federales que busquen impedir o regular el aborto exigiendo que la ley trate el aborto como un procedimiento médico de rutina para las mujeres.

El extremismo del aborto va más allá de la promoción de políticas. Un ejemplo de ello apareció en la edición del 9 marzo del Washington Post: una columnista de opinión declaró con orgullo que ella "hubiera abortado a un feto con síndrome de Down" porque, dijo, "ese no era el hijo que yo hubiera querido". Cuesta imaginar un punto de vista más extremo, frío y grotesco que ese.

Creo que la mayoría de los estadounidenses estarían consternados —y expresarían su oposición— ante una industria que represente tal extremismo, si solo supieran de ella. Depende de nosotros asegurarnos de que lo hagan.


Greg Schleppenbach es director asociado del Secretariado de Actividades Pro Vida de la Conferencia de obispos católicos de los EE. UU. Para más información acerca de las actividades pro vida de los obispos, vea: www.usccb.org/prolife.