Deirdre A.McQuade

9 de octubre de 2015

En Estados Unidos, en octubre se celebra el Mes Respetemos la Vida. Este año, comenzó con un triste recordatorio de la necesidad de estar atentos al enfrentar las amenazas contra la vida humana.

El 5 de octubre, el gobernador Jerry Brown firmó una nueva ley en California legalizando el suicidio asistido por médicos. El Cardenal O'Malley, presidente del Comité de Actividades Pro Vida de los obispos, llamó a la decisión del gobernador "una gran tragedia para la vida humana. Como resultado… los pacientes gravemente enfermos que sufren depresión y tienen sentimientos suicidas recibirán fármacos letales, en vez de atención genuina para aliviar dicho sufrimiento".

Tristemente, el gobernador Brown no entendió el proyecto que convirtió en ley, el cual propone un sentido distorsionado de lo que es la misericordia y una muerte digna. La dignidad es inherente a la persona humana. Es parte de quiénes somos. Ningún estadio ni momento de la vida tiene más dignidad que otro. El suicidio asistido no les ofrece dignidad a los que padecen una enfermedad terminal porque ellos ya tienen esta dignidad. Legalizar el suicidio asistido es un insulto directo a dicha dignidad y convierte a la gente en desechable. Como el Papa Francisco nunca se cansa de decir: nadie es desechable.

Tan solo diez días antes de la medida del Gobernador, una de las oponentes más elocuentes del suicidio asistido, Maggie Karner, falleció después de vivir con un agresivo cáncer de cerebro durante un año y medio. Maggie, una esposa y madre de 52 años de edad, enfrentó con valentía y gracia su cáncer terminal.

En su artículo para el Programa Respetemos la Vida 2015, Maggie escribió:

Mi cáncer cerebral, o lo que puedo o no puedo hacer, no me define como persona. Pero sí me da la oportunidad de dar testimonio del hecho de que toda vida humana tiene una dignidad increíble, estemos enfermos o sanos. Y durante todo este tiempo, mi familia y amigos pueden aprender diariamente las valiosas lecciones de cuidado para mí en mis últimos días con verdadera compasión y respeto. Por medio de su cuidado amoroso, afirman lo que también sé: que mi vida vale, siempre ha valido, y siempre valdrá la pena vivirla.

Una de las hijas de Maggie, Mary, es enfermera registrada y continúa el legado de su madre defendiendo los derechos de los enfermos terminales y la belleza de sus vidas. Al escuchar la desoladora noticia en California, Mary escribió: "Una enfermedad terminal…me quitó a mi madre… Pero también me dio algo que jamás podría describir… El mayor honor de mi vida fue cuidar a mi madre en sus últimos días".

En medio de su dolor ante la pérdida, Mary nos insta a seguir el ejemplo de valentía de su madre y defender a quienes están enfermos o discapacitados.

Debemos dejarles saber a quienes luchan contra una enfermedad o discapacidad lo valiosos que son, sin importar lo que suceda. Jamás deben sentir ni por un segundo que tienen la 'obligación de morir' simplemente porque esta opción se encuentra disponible.

Como nos enseñaron los obispos de EE. UU. en "Vivir cada día con dignidad": la etapa final de la vida puede ser un momento de profunda reflexión, de perdón y reconciliación con la familia y de hallar la paz con Dios. El suicidio asistido de manera forzada acorta la última etapa de la vida. Es hora de pararse con los que están enfermos y muriendo, y no abandonarlos al suicidio por cualquier medio.


Deirdre A. McQuade is Assistant Director for Pro-Life Communications at the Secretariat of Pro-Life Activities, U.S. Conference of Catholic Bishops. Para obtener videos, hojas informativas y las enseñanzas de los obispos de EE. UU. sobre el suicidio asistido, visite "Vivir cada día con dignidad" (www.bit.ly/ToLiveEachDay).