Facebook y nuestro valor intrínseco (English)

Deirdre A. McQuade

11 de Noviembre de 2013

 Ya sea que usteduse Facebook o no, probablemente sabe que funciona en base a la popularidad. Mientras más calificaciones de "me gusta" algo recibe, más atención obtiene. Esto no solo sucede por difusión de boca en boca (ella les dijo a dos amigos, quienes les dijeron a dos amigos y así sucesivamente) sino por sofisticadas fórmulas que se usan para promover publicaciones populares y quitar de la vista a las menos populares.

Cuando una fotografía tierna, un relato conmovedor o un pedido de ayuda urgente cobra protagonismo, quienes lo comparten en su red sienten que forman parte de un mini-movimiento que ayuda a que algo poco conocido se vuelva importante. Cuando una publicación se difunde a una enorme audiencia de un día para otro, se convierte en "viral" (como si fuera una epidemia del virus de la gripe). Esta es prácticamente la definición de un relato importante en los medios hoy en día: mientras más seguidores tiene, más importante es. Sin embargo, cuando un acontecimiento importante tiene lugar sin publicidad y es pasado por alto, su valor puede parecernos cuestionable a los consumidores de los medios.

Pero ¿qué sucede si esta mentalidad como consumidores de los medios se transmite a la manera en que valoramos la importancia de los seres humanos? ¿Depende realmente nuestro valor de factores externos como nuestra popularidad? ¿Está determinado realmente nuestro valor por nuestra influencia en los demás? Estas cosas están fuera de nuestro control, son extrínsecas a quienes somos. Como personas creadas a imagen y semejanza de Dios, nuestra dignidad es un regalo. No es extrínseca, sino intrínseca. Nada que los demás nos hagan puede aumentar o disminuir nuestro valor inherente. Los seres humanos tenemos valor inherente y merecemos respeto desde el momento de nuestra concepción hasta nuestra muerte, sin importar cómo nos traten los familiares, amigos y extraños.

Lamentablemente, la noticia de un embarazo no siempre es recibida con gozo, pero esto no significa que el niño que crece en el vientre de esta madre tiene menos valor que otro bebé cuyos padres y comunidades esperaban ansiosos su concepción. Precisamente porque el niño vulnerable tiene valor intrínseco, es ofensivo cosificarlo, decir que es "no deseado" y en última instancia violar su derecho a la vida. Para honrar la dignidad del niño por nacer, debemos acompañar a su madre con apoyo emocional y práctico mientras planifica un embarazo saludable y la crianza de su hijo.

Encontramos una dinámica similar al final de la vida. El abandono de nuestros mayores es un insulto a su dignidad intrínseca como personas creadas a imagen y semejanza de Dios. Muchos ancianos, enfermos o moribundos se encuentran solos en sus últimos días. Tristemente, muchos consideran que esa circunstancia extrínseca es motivo para pensar que su dignidad ha disminuido. Si creemos esa mentira, resulta más tentador que el paciente renuncie a la vida o incluso busque el suicidio asistido. La verdad es que el valor del paciente, al igual que el valor del niño por nacer, es intrínseco. Su dignidad es inestimable. Las actitudes que miden el valor en términos de factores externos (como la productividad o la atención de los demás) violan la dignidad humana. Para honrar el regalo de Dios de la dignidad, debemos ofrecer cuidados psiquiátricos y paliativos cuando se necesita aliviar el dolor mental o físico.

Con la oración y la vida sacramental, podemos evitar caer en la visión mundana que quita de la vista a los menos populares. Honremos, a lo largo de toda la vida, la dignidad intrínseca de aquellos a quienes Dios nos confía.


Deirdre A. McQuade es subdirectora de Política y Comunicaciones en el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (www.usccb.org/prolife). Para seguir al Secretariado en Facebook, visite www.facebook.com/peopleoflife.