La misericordia y el Evangelio de la Vida

Tom Grenchik

21 de junio de 2013

El domingo en que festejamos el Día del Padre en Estados Unidos, nuestro padre espiritual, el Papa Francisco, celebró una misa matutina por la Jornada de Evangelium Vitae, concluyendo así una celebración del Evangelio de la Vida que duró varios días. Desde la Plaza de San Pedro hasta el río Tíber, peregrinos de todas partes del mundo se reunieron para escuchar las reflexiones del Santo Padre sobre el gran regalo de la vida humana.

El Papa Francisco proclamó: "Con esta Eucaristía, en el Año de la Fe, queremos dar gracias al Señor por el don de la vida en todas sus diversas manifestaciones, y queremos al mismo tiempo anunciar el Evangelio de la Vida". El Evangelio de la Vida, también conocido como Evangelium Vitae, es la famosa carta encíclica del Beato Juan Pablo II en defensa de la vida, la cual no solo inspiró gran confianza en medio de una abrumadora "cultura de la muerte", sino gran esperanza en la misericordia de Dios cuando hemos pecado contra la vida.

El Papa Francisco, al reflexionar sobre las lecturas de la misa para el día, contó el relato del rey David: "El rey David quiere ocultar que cometió adulterio con la mujer de Urías el hitita, un soldado en su ejército y, para ello, manda poner a Urías en primera línea para que caiga en la batalla. La Biblia nos muestra el drama humano en toda su realidad, el bien y el mal, las pasiones, el pecado y sus consecuencias. Cuando el hombre quiere afirmarse a sí mismo, encerrándose en su propio egoísmo y poniéndose en el puesto de Dios, acaba sembrando la muerte. Y el adulterio del rey David es un ejemplo. Y el egoísmo conduce a la mentira, con la que trata de engañarse a sí mismo y al prójimo. Pero no se puede engañar a Dios, y hemos escuchado lo que dice el profeta a David: 'Has hecho lo que está mal a los ojos de Dios' (2 Sam 12,9). Al rey se le pone frente a sus obras de muerte –en verdad lo que ha hecho es una obra de muerte, no de vida–, comprende y pide perdón: 'He pecado contra el Señor' (v. 13), y el Dios misericordioso, que quiere la vida y siempre nos perdona, le perdona, le da de nuevo la vida".

Si hay un mensaje que nuestro Santo Padre repite una y otra vez es el mensaje de la misericordia infinita de Dios. Sin importar lo que hayamos hecho, si realmente nos arrepentimos, lo que Dios más quiere es perdonarnos, sanarnos y devolvernos la fe.

Más tarde en su homilía, el Papa Francisco continuó reflexionando sobre el perdón: "Jesús encuentra a una mujer pecadora durante una comida en casa de un fariseo, suscitando el escándalo de los presentes: Jesús deja que se acerque una pecadora, e incluso le perdona los pecados, diciendo: 'Sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco' (Lc 7,47). Jesús es la encarnación del Dios vivo, el que trae la vida, frente a tantas obras de muerte, frente al pecado, al egoísmo, al cerrarse en sí mismos. Jesús acoge, ama, levanta, anima, perdona y da nuevamente la fuerza para caminar, devuelve la vida. Vemos en todo el Evangelio cómo Jesús trae con gestos y palabras la vida de Dios que transforma. Es la experiencia de la mujer que unge los pies del Señor con perfume: se siente comprendida, amada, y responde con un gesto de amor, se deja tocar por la misericordia de Dios y obtiene el perdón, comienza una vida nueva".

Cuando vivimos la misericordia y el perdón de Dios, volvemos a tomar conciencia de nuestra bondad y dignidad. Dios nos sana y nos da fuerzas para que podamos amar a los demás y ayudarlos a tomar conciencia de su propia dignidad. Que nunca, en especial en nuestros testimonios en defensa de la vida, dejemos de ser mensajeros de la Divina Misericordia de Dios.

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Tom Grenchik es director ejecutivo del Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para más información sobre los esfuerzos de la Iglesia en promover el perdón y la sanación después del aborto, visite esperanzaposaborto.com.