Anne McGuire

24 de marzo de 2017

"Seguimos seguidores de Uno que lloró…"

En Los cuatro amores de C.S. Lewis, recordamos que, además del sufrimiento físico, Jesús sufrió angustia. Es consolador saber que Jesús no conoce nuestro dolor solo como un simple observador a la distancia. Jesús eligió participar plenamente de nuestra humanidad en todos los aspectos (excepto el pecado), incluyendo la experiencia de un inmenso sufrimiento. Así, vemos que su amor está caracterizado por una profunda compasión, una palabra cuyo origen latino significa "sufrir con". Por amor, Jesús sufre con nosotros.

En momentos difíciles, vemos más claramente nuestra necesidad de Dios y del prójimo. Y, a pesar de que la sociedad a menudo considera que la dependencia es algo negativo, Jesús nos muestra en su humanidad que debemos abrazar esta necesidad. Durante su agonía en el huerto de Getsemaní, Jesús acudió a sus amigos pidiendo apoyo: "Siento una tristeza de muerte. Quédense aquí conmigo y permanezcan despiertos" (Mateo 26,38).

Nosotros también podemos acudir a Dios y a los demás. En momentos de sufrimiento, podemos sentirnos paralizados: la idea de movernos, ya sea física, espiritual o emocionalmente, parece imposible. En esos momentos, más que nunca, debemos permitir que otros nos carguen con su apoyo.

El pedido de Jesús de "permanecer despiertos" junto a Él también nos llama a estar despiertos y atentos con quienes sufren. Jesús desea mostrarnos su amor por cada persona con las maneras en que cuidamos de los demás. Vemos ejemplos de ser cargados y de cuidar a los demás en el relato de la curación del paralítico.

En el Evangelio según san Marcos, un paralítico fue cargado por sus amigos quienes lo llevaron a Jesús. Pero Jesús estaba predicando a una multitud tan grande que "no quedaba sitio ni siquiera a la puerta" (Marcos 2,2). En vez de abandonar la esperanza, los hombres entraron por el techo y bajaron a su amigo hasta Jesús.

Sin importar el sufrimiento en nuestra vida, debemos cargar al prójimo hacia Cristo, el máximo sanador, para que pueda curarnos de todo. En su Carta apostólica Sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano, san Juan Pablo II nos recordó: "cuán esencial es, en la perspectiva de la vida eterna de cada hombre, el 'detenerse', como hizo el buen Samaritano, junto al sufrimiento de su prójimo, el tener 'compasión', y finalmente el dar ayuda". Mediante el apoyo de los demás, podemos pedir y recibir el amor sanador de Cristo.

Si apoyamos a los demás podremos pedir, y recibiremos el amor sanador de Cristo. Y, a su vez, podremos ofrecer ese amor a los demás.

Aunque no alivia nuestro dolor, la carta de san Juan Pablo II nos ofrece esperanza: "El misterio de la redención del mundo está arraigado en el sufrimiento de modo maravilloso, y éste a su vez encuentra en ese misterio su supremo y más seguro punto de referencia".

El Viernes Santo no tiene la última palabra.


Anne McGuire es directora adjunta de educación y difusión del Secretariado de Actividades Pro Vida de la USCCB. Visite www.usccb.org/respectlife para obtener materiales de los obispos sobre Respetemos la Vida y el tema "Conmovidos por la misericordia".