Caitlin Thomas

29 de enero de 2016

La Marcha por la Vida de enero en Washington, D.C. y otros acontecimientos similares en todo el país, como la novena "9 Días por la Vida", despiertan la conciencia y reúnen en solidaridad a los defensores de la vida. Nos unimos en oración y penitencia para reparar las injusticias cometidas contra las vidas de nuestros hermanos y hermanas, y para reemplazar lo que el Papa Juan Pablo II llamó la "cultura de la muerte" y lo que el Papa Francisco denomina la "cultura de lo desechable", con una cultura de la vida.

Durante los demás 364 días del año, seguimos marchando en espíritu, celebrando la maravilla de la vida humana y compartiendo la misericordia que nuestro Padre Santo ha resaltado en este Jubileo: la misericordia que todos debemos demostrar a los demás.

Este año, un sinnúmero de personas viajaron a Washington, D.C. y a muchas ciudades del país, dando testimonio de la realidad que toda vida humana es preciosa y merece ser honrada y protegida, y reflejando el tema de la Marcha: ser defensores de la vida implica apoyar a las mujeres y también a sus hijos que aún están en el vientre.

La noche anterior a la Marcha por la Vida, tuve el privilegio de asistir a la misa inaugural de la Vigilia Nacional de Oración por la Vida, celebrada por el Cardenal Timothy Dolan de Nueva York y una multitud de otros sacerdotes, obispos y cardenales. En el corazón de la homilía del Cardenal Dolan, una breve anécdota resumió tanto el tema de la Marcha por la Vida de este año como la labor silenciosa de los otros 364 días.

En noviembre, una joven embarazada vivía con su tía en Nueva York. El padre de su hijo estaba lejos en su país natal. Ella dio a luz a su hijo en la casa, ya que era pobre y probablemente no tenía seguro médico. Puso al bebé, que todavía tenía el cordón umbilical, en el pesebre de su parroquia, Holy Child Jesus de Queens, Nueva York. El niño comenzó a llorar y pronto unos feligreses lo vieron. El bebé ahora tiene un buen hogar y fue bautizado José, en honor al padre adoptivo de Jesús. La madre luego se presentó y habló con los periodistas. El Cardenal Dolan citó las propias palabras de fe de su madre, quien dijo que en esa parroquia, donde ella había sido bienvenida y aceptada, su hijo también sería cuidado.

Este ejemplo de una verdadera comunidad cristiana inmediatamente nos recordó el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma pasada, cuando anunció el Año Jubilar de la Misericordia que ahora celebramos:

Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.

Todas las personas deben emprender esta labor en las parroquias, por supuesto, pero también en sus hogares, escuelas, trabajos y círculos sociales. Al irradiar caridad y misericordia a nuestro prójimo, ofrecemos estas necesarias islas de misericordia. Juntos, luchamos contra el viento de la cultura de lo desechable y enfrentamos el mar de la indiferencia, alimentados por Jesús, que es "es el rostro de la misericordia del Padre", como lo llamó el Papa Francisco.

Después de marchar juntos, seamos misericordiosos dondequiera que estemos, en especial con los más frágiles y necesitados.


Caitlin Thomas es asistente de personal para el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para más información sobre los "Momentos de misericordia" que podemos fomentar durante el Jubileo de la Misericordia, visite www.usccb.org/beliefs-and-teachings/how-we-teach/new-evangelization/jubilee-of-mercy/moments-of-mercy.cfm.