Valiosas a los ojos de Dios

Kimberly Baker

24 de octubre de 2014

El 2 de noviembre cada año, la Iglesia observa la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos (Día de los muertos). Este es un momento en el que recordamos a todos los que han muerto y encomendamos su alma a Dios. También nos recuerda que todos enfrentaremos la muerte algún día, sin embargo esperamos que por la gracia de Dios, seamos acogidos ante el rostro del Señor. Esto puede ser una motivación para reflexionar sobre la dirección presente de nuestra vida y cómo utilizamos nuestro tiempo en este mundo. Nos hace ser más conscientes de lo valiosa que es nuestra vida.

Toda alma es valiosa para Dios, que crea a cada persona para ser partícipe de su amor y bondad. El salmista capta la belleza y el misterio profundos de los orígenes de cada persona bajo el cuidado de Dios: “Tú formaste mis entrañas, me tejiste en el seno materno. Te doy gracias por tan grandes maravillas; soy un prodigio y tus obras son prodigiosas... Tus ojos veían todos mis días, todos ya estaban escritos en tu libro y contados antes que existiera uno de ellos” (Salmo 139,13-14,16).

Cuando reflexionamos, incluso por un momento, en lo valiosos que somos para Dios, cambia nuestra perspectiva sobre la manera en que vivimos cada día y usamos nuestro tiempo. Qué hermoso y reconfortante pensamiento es saber que desde toda la eternidad, Dios ya pensaba en nosotros, que sabía nuestros nombres, que ya sabía todo sobre nuestra vida. Cada uno de nosotros fue creado por el amor de Dios, y Él tiene un plan especial para que cada uno lo conozca, lo ame y lo sirva de manera única. Cuánto más descubramos el plan y lo cumplamos, más felices seremos, más nos convertiremos en nuestro verdadero yo, la persona que estamos destinada a ser.

Cuando recordamos a los que han muerto, especialmente nuestros seres queridos y otras personas que conocimos personalmente, tomamos conciencia de lo valiosa que fue cada vida en nuestra experiencia. Piensa cuánto más a los ojos de Dios.

Con una mayor conciencia del don del tiempo que tenemos en este mundo, también podemos tener presentes a los que están cerca de la muerte, como los enfermos terminales y los ancianos. Podemos ser el rostro del amor de Dios para los demás al ocuparnos de sus necesidades, al asegurarles la sanación y el consuelo de la misericordia de Dios, y al dar testimonio del carácter sagrado de su vida.

Al comenzar el mes de noviembre y observar el Día de Todos los Fieles Difuntos, aprovechemos esta oportunidad para recordar a aquellos que han muerto y encomendar su alma a Dios. Reflexionemos sobre el tiempo que nos queda en la Tierra para concentrarnos en lo que realmente importa: nuestros seres queridos, las personas que conocemos y los que sufren, están solos o destrozados de alguna manera. Decidamos ayudar a todos los que encontremos, ya sean hombres o mujeres, niños o niñas para comprender lo valioso que son a los ojos de Dios.

“Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén”.



Kimberly Baker es coordinadora de programas y proyectos para el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para más información sobre las actividades pro-vida de los obispos, visite www.usccb.org/prolife