Anne McGuire

22 de abril de 2016

Hace un par de años, compartíaapartamento con mi amiga Jenna*, que a menudo rezaba fuera de un centro para abortos. Durante sus visitas, solía ver a un hombre que acompañaba a las mujeres al centro. Aunque al principio Jenna no hablaba con él, un día terminaron parados juntos durante sus respectivos "turnos". Al llegar, ella le preguntaba qué tal estaba.

Con el tiempo, las conversaciones se fueron volviendo cada vez más sustanciales, aunque sin tocar jamás el asunto del aborto. Tan solo hablábamos sobre cómo le apasionaba YouTube, las visitas a sus amigos durante las vacaciones, nuestros trabajos, etc. Llegué incluso a enterarme del apodo de su niñez y de la fecha de su cumpleaños.

Tenía la costumbre de hacer una pausa durante sus tareas como acompañante para tomarse un café, así que el día de su cumpleaños, me ofrecí para ir a buscarlo... simplemente quería ofrecerle a alguien un café el día de su cumpleaños.

Me acuerdo que cuando se lo pregunté, se quedó de piedra, como si estuviera pensando: "Espera, se supone que eso no es algo que deberías querer hacer...".

La reciente exhortación apostólica del Papa Francisco, La alegría del amor (Amoris laetitia), me trajo a la mente la historia de Jenna. El Santo Padre explica que: "El amor abre los ojos y permite ver, más allá de todo, cuánto vale un ser humano" (AL 128).

El encuentro de Jenna con este hombre ilustra la esencia del Evangelio de la Vida. Hemos sido creados para contemplar a todas las personas con la mirada de Cristo, mirándolas por lo que son en sí mismas. Recordando que el Santo Juan Pablo II nos llamó a una "civilización del amor y de la vida" (EV 27), reconocemos que esta mirada está pensada para todas y cada una de las personas. El Papa Francisco nos recuerda que Jesús "nunca perdía la cercanía compasiva con los frágiles" que habían fallado (AL 38).

Todos estamos necesitados de la misericordia de Dios y somos llamados a mostrar la compasión de Cristo a los demás, incluyendo a las personas con quienes no estamos de acuerdo sobre los asuntos relacionados con la vida. Hacer esto no perjudica nuestros esfuerzos por proteger la vida. Toda persona "está en el corazón de Dios desde siempre" (AL 168), y el amor por todo el mundo es la base de nuestra labor pro vida.

En una homilía en la Capilla de Santa Marta, el Papa Francisco habló sobre "el Dios de las sorpresas" (13 de octubre, 2014). Siguiendo los pasos de Cristo, busquemos ser gente de Dios con sorpresas, como lo fue Jenna para este hombre el día de su cumpleaños. En lugar de mostrarse hostil y estar a la defensiva, que nuestros esfuerzos para promover el respeto y la protección de toda la vida queden reflejados en un amor "que siempre da una nueva oportunidad" (AL 108).

*El nombre se ha cambiado para proteger su privacidad.


Anne McGuire es directora adjunta de educación y difusión del Secretariado de Actividades Pro Vida de la USCCB. Para más información sobre las actividades pro vida de los obispos, visite www.usccb.org/prolife.

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