Luto y exequias

"Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él". (Rom 6, 8)

Dada nuestra creencia no solo en la inmortalidad del alma, sino también en la resurrección del cuerpo, la Iglesia profesa esperanza frente a la muerte, y actúa con caridad en los ritos funerarios. La Iglesia ofrece diversas oraciones para que los fieles puedan orar para acompañar a un ser querido en su agonía y para fortalecer nuestra fe después de su muerte. Con nuestra oración privada y rituales funerarios públicos, fortalecemos nuestra fe y esperanza, consolamos a los que lloran y enterramos los restos mortales del difunto con una dignidad apropiada a lo que fue Templo del Espíritu Santo.


Los siguientes extractos se toman de las Observaciones para los Estados Unidos de América al Ritual de exequias cristianas:


4. Cuando fallece un cristiano, cuya vida de fe comenzó en las aguas del Bautismo y se fortaleció en la mesa eucarística, la Iglesia intercede por el que ha fallecido apoyada firmemente en la confianza de que la muerte no es el fin, que no rompe los lazos que se han forjado en la vida. La Iglesia también atiende a los dolientes y los consuela en los ritos exequiales con la palabra consoladora de Dios y el sacramento de la Eucaristía.

5. Los cristianos celebran los ritos exequiales para ofrecer culto, alabanza y acción de gracias a Dios por el don de una vida que ahora retorna a él, autor de la vida y la esperanza del justo. La Misa, el memorial de la muerte y resurrección de Cristo, es la celebración principal de las exequias cristianas.

6. La Iglesia, por medio de sus ritos exequiales, encomienda a los difuntos al amor misericordioso de Dios e implora el perdón de los pecados de ellos. En los ritos exequiales, especialmente en la celebración del sacrificio eucarístico, la comunidad cristiana afirma y manifiesta la unión de la Iglesia terrenal con la Iglesia celestial en la única y gran comunión de los santos. Aunque separados de la Iglesia de los vivos, los muertos aún están en comunión con la comunidad de los creyentes en la tierra y se beneficiarán de sus oraciones y de su intercesión. En el rito de última despedida, la comunidad reconoce la realidad de la separación y encomienda al difunto a Dios. De esta forma reconoce el vínculo espiritual que aún existe entre vivos y muertos y proclama su fe en que todos los fieles resucitarán y se reunirán en los nuevos cielos y en la nueva tierra, donde la muerte no existirá más.


El Canon 1176 §1 del Código del Derecho canónico dice: "Los fieles difuntos han de tener exequias eclesiásticas conforme al derecho". Otras personas que pueden recibir un funeral eclesiástico incluyen:
•    Catecúmenos
•    Niños a quienes sus padres querrían haber bautizado pero que murieron antes del bautismo y,
•    "Según el juicio prudente del Ordinario del lugar, se pueden conceder exequias eclesiásticas a los bautizados que estaban adscritos a una Iglesia o comunidad eclesial no católica, con tal de que no conste la voluntad contraria de éstos, y no pueda hacerlas su ministro propio" (canon 1183 §3).

Lecturas de Sagrada Escritura

Ritual de Exequias, Observaciones Generales, núms. 22-23

En toda celebración por los difuntos, la Iglesia da gran importancia a la lectura de la Palabra de Dios. Las lecturas proclaman el misterio pascual a la asamblea, enseñan a mantener vivo el recuerdo de los muertos, transmiten la esperanza de estar reunidos de nuevo en el reino de Dios y animan el testimonio de la vida cristiana. Sobre todo, las lecturas presentan los designios de Dios para un mundo en el cual el sufrimiento y la muerte son vencidos por todos aquellos a quienes Dios ha hecho suyos. Una selección y uso cuidadosos de las lecturas de la Sagrada Escritura para los ritos exequiales proporcionará a la familia y la comunidad la oportunidad de oír a Dios hablarles en sus necesidades, tristezas, temores y esperanzas.< /p>

En la celebración de la liturgia de la palabra durante la liturgia exequial, las lecturas bíblicas no pueden ser reemplazadas por lecturas no bíblicas, pero durante servicios de oración con la familia sí se pueden usar lecturas cristianas no bíblicas añadiéndolas a las lecturas de la Sagrada Escritura.
 

Lecturas en las exequias de un niño no bautizado

Cremation

The Church earnestly recommends that the pious custom of burying the bodies of the deceased be observed; nevertheless, the Church does not prohibit cremation unless it was chosen for reasons contrary to Christian doctrine. (canon 1176.3)

While the Church continues to hold a preference for corporeal burial, cremation has become part of Catholic practice in the United States and the around the world.

The Church's reverence and care for the body grows out of a reverence and concern for the person whom the Church now commends to the care of God. This is the body once washed in baptism, anointed with the oil of salvation, and fed with the bread of life. This is the body whose hands clothed the poor and embraced the sorrowing. The human body is so inextricably associated with the human person that it is hard to think of a human person apart from his or her body.

In April 1997, the Holy See granted an indult for the United States to allow the diocesan bishop to permit the presence of the cremated remains of a body at a Funeral Mass. Later that year, they confirmed the special texts and ritual directives, which were then published as an appendix to the Order of Christian Funerals.

However, the Order of Christian Funerals' Appendix on Cremation states: "Although cremation is now permitted by the Church, it does not enjoy the same value as burial of the body. The Church clearly prefers and urges that the body of the deceased be present for the funeral rites, since the presence of the human body better expresses the values which the Church affirms in those rites" (no. 413).

The growing interest in and desire for cremation continues to remain a question in the minds of many Catholics. Resources on this website are available to help better explain and deepen the Catholic understanding of cremation as an option for the final disposition of the body.

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