Fuente y cumbre, vida y acción

La participación devota en la liturgia transforma a los fieles cristianos y, una vez transformados, se vuelven capaces de transformar el mundo. Esta verdad se expresa en cada Misa, especialmente en la Oración después de la Comunión y en la despedida. En la Oración después de la Comunión, la Iglesia “se dirige a Dios para darle las gracias por habernos hecho sus comensales y pedir que lo que hemos recibido transforme nuestra vida” (Papa Francisco, Audiencia general, 21 de marzo de 2018). En la despedida, el diácono invita a vivir la Oración después de la Comunión como Iglesia en salida. Ese llamado eucarístico a salir manifiesta “la relación entre la Misa celebrada y la misión cristiana en el mundo” (Sacramentum caritatis, n. 51).

Es importante comprender más plenamente la relación entre las celebraciones litúrgicas y la vida y misión de la Iglesia. La Constitución sobre la sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II describe acertadamente esta relación: “La sagrada Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia” (n. 9). Esta frase se hace eco del discurso del venerable Pío XII en el Congreso de Asís: “La liturgia es obra de toda la Iglesia. Pero debemos añadir: la liturgia no es, sin embargo, toda la Iglesia; no agota el campo de sus actividades” (Renovación de la liturgia pastoral en el pontificado de S.S. Pío XII: Crónica y discursos del Primer Congreso Internacional de Liturgia Pastoral, Asís-Roma, 18-22 de septiembre de 1956). En particular, el Papa Pío tiene en mente los deberes de enseñanza, gobierno y cuidado pastoral de la Iglesia. Estas actividades de la Iglesia, si bien están relacionadas con la liturgia, se extienden más allá de ella. Sería inadecuado confundir estos actos distintos con el litúrgico o que uno absorbiera al otro.

¿De qué manera se relaciona la liturgia con estas acciones que se extienden más allá del ámbito litúrgico? Aunque la liturgia no agota la acción de la Iglesia, sin embargo “es la cumbre (culmen) a la cual tiende la actividad (actio) de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente (fons) de donde mana toda su fuerza” (n. 10). Las notas a pie de página de este párrafo en borradores iniciales de Sacrosanctum Concilium dejan claro que el lenguaje de “cumbre” y “fuente” se deriva de la enseñanza de la Iglesia sobre la relación entre el sacramento de la Eucaristía y los demás sacramentos. La Eucaristía es la fuente de la que manan los demás sacramentos, y los demás sacramentos están ordenados a la Eucaristía como a un fin o cumbre. Entonces, tal como la Eucaristía es a los demás sacramentos, así la liturgia, con la Eucaristía en su centro, es a la acción de la Iglesia. La liturgia no es toda la actividad de la Iglesia, pero toda la actividad de la Iglesia mana de la liturgia como de una fuente y se dirige a la liturgia como a una cumbre.

Es importante tener presente el “corazón” eucarístico de la liturgia. Los documentos que siguen a la Constitución sobre la sagrada Liturgia refinan su articulación de la liturgia como fuente y cumbre. En Lumen gentium, la Constitución dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II: “Participando del sacrificio eucarístico, [sacrificio que es] fuente (fons) y cumbre (culmen) de toda la vida (vita) cristiana, [los fieles] ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella” (n. 11). En Presbyterorum ordinis, el Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros: “Los demás sacramentos, al igual que todos los ministerios eclesiásticos y las obras del apostolado, están unidos con la Eucaristía y hacia ella se ordenan. […] Por lo cual, la Eucaristía (Eucharistia) aparece como la fuente (fons) y cima (culmen) de toda la evangelización” (n. 5). Esta refinada articulación –citando tanto Lumen gentium como Presbyterorum ordinis– es retomada por el Catecismo de la Iglesia Católica en su artículo sobre la Eucaristía (n. 1324). Sin embargo, no hay contradicción entre esta refinada articulación y su expresión anterior en la Constitución sobre la sagrada Liturgia. De hecho, como se afirma en una observación explicativa del borrador de agosto de 1961 del Esquema sobre la liturgia, “Toda liturgia se ordena en torno al sacrificio eucarístico y se deriva de él, y el resto de la vida de la Iglesia se ordena en torno a la liturgia con el sacrificio eucarístico como su centro natural y se deriva de ella” (Angelo Lameri, La “Pontificia Commissio de sacra liturgia præparatoria Concilii Vaticani II”: Documenti, Testi, Verbali, Bibliotecha Ephemerides Liturgicæ – Subsidia 168, p. 508).

La liturgia tiene el poder de transformarnos, no sólo por nuestra participación en ella, sino por obras inspiradas por la fe. Nos convertimos en personas
que:

  • cuidan a los enfermos y moribundos;
  • valoran y cultivan las vocaciones a las Sagradas Órdenes y la vida consagrada;
  • llevan el Evangelio a quienes están en los márgenes y periferias de la sociedad;
  • defienden la dignidad de todas las razas y etnias;
  • cuidan nuestra casa común; y
  • reciben gustosamente a inmigrantes, refugiados y pobres.

Damos fruto interiormente al ser transformados por el don de la gracia de Dios que actúa a través de la liturgia, que nos lleva a la oración y a la devoción. Damos fruto exteriormente al ponernos en acción, transformando nuestro mundo, cumpliendo las buenas obras de fe comunicadas en la liturgia. De este modo, la liturgia es fuente y cumbre de la vida y de la acción cristiana.

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