A lo largo de su pontificado, el Papa Francisco ha enfatizado frecuentemente la opción o impulso misionero: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” (Evangelii gaudium, n. 27). Este impulso es un fruto de la sagrada Liturgia, que tiene el poder de hacernos misioneros, de transformarnos en personas que salen y anuncian el Evangelio a quienes están en los márgenes y las periferias de la sociedad.
Teología
Jesucristo es el Enviado del Padre para anunciar el Evangelio del Reino, llamando a todos al arrepentimiento y a la fe (cfr. Jn 6, 29; Mc 1, 14-15); de hecho, no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores (cfr. Lc 5, 32). Come y bebe con recaudadores de impuestos y pecadores, se acerca a los leprosos, los enfermos y los discapacitados, y se encuentra con aquellos que están en las periferias de la sociedad judía del primer siglo, como las mujeres y los gentiles. Cristo ejerce esta misión hacia todos con gran dulzura, cumpliendo la profecía de Isaías: “No gritará, no clamará… no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea” (Is 42, 2-3; cfr. Mt 12, 19-10). Cristo no sólo propone la invitación a la plenitud de vida, sino que también ayuda a hombres y mujeres a recibirla.
Desde el comienzo de su ministerio terrenal, Cristo comparte su misión con sus discípulos: “Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado” (Mt 10, 40). De entre los discípulos, elige doce hombres a los que también llama apóstoles (cfr. Lc 6, 13), nombre que significa “alguien que es enviado”. Después de su resurrección, Cristo subraya que su identidad y misión –el Enviado– debe convertirse en la identidad y misión de quienes lo siguen: “Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo” (Jn 20, 21). Inmediatamente antes de ascender al cielo, Cristo comisiona a los discípulos a ir a todas las naciones, “bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado” (Mt 28, 19-20). Los Hechos de los Apóstoles muestran a la Iglesia cumpliendo esta misión.
Liturgia
En su Exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis, el Papa Benedicto XVI propuso que la despedida al final de la Misa sirva como punto de partida para comprender la naturaleza misionera de la Iglesia (n. 51; cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1332). Según la reimpresión de la edición latina del Missale Romanum (cfr. Ordo Missæ, n. 144), los cuatro textos para esta acción ritual son:
- Ite, missa est. (“Vayan, la misa ha terminado”. o más literalmente, “Vayan, han sido enviados”.)
- Ite, ad Evangelium Domini nuntiandum. (“Vayan y anuncien el Evangelio del Señor”.)
- Ite in pace, glorificando vita vestra Dominum. (“Glorifiquen al Señor con su vida. Pueden ir en paz”.)
- Ite in pace. (“Pueden ir en paz”.)
Las dos últimas de estas fórmulas de despedida se encuentran en el Misal Romano en español, al igual que cuatro textos alternativos que expresan el tema de la Iglesia en salida (“La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Pueden ir en paz”.; “En el nombre del Señor, pueden ir en paz”.; “En la paz de Cristo, vayan a servir a Dios y a sus hermanos”.; “Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado. Pueden ir en paz”.).
Las despedidas contienen imperativos –“Pueden ir”, “Anuncien”, “Glorifiquen” y, muy especialmente, “Vayan”– que resaltan el dinamismo de la sagrada Liturgia que envía a quienes han celebrado. Este mandato también recuerda momentos de la historia de la salvación en los que el Señor llamó a hombres y mujeres a “ir”. Por ejemplo, formas de ese verbo se repiten a lo largo del capítulo final del Evangelio de san Mateo: “Vayan de prisa a decir a sus discípulos” (28, 7); “Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea” (v. 10); y “Vayan y enseñen a todas las naciones” (v. 19). Como recordó el Papa Francisco: “No hay cristiano si no en camino, no es un cristiano si el cristiano no sale de sí mismo para ponerse en camino y llevar un anuncio” (Audiencia general, 12 de abril de 2023).
Entre sus Misas y oraciones por varias necesidades y para diversas circunstancias, el Misal Romano contiene dos Misas que están especialmente relacionadas con el tema de la misión:
- “Por la evangelización de los pueblos” (n. 18)
- “Por los cristianos perseguidos” (n. 19)
El primer formulario puede utilizarse los domingos del Tiempo Ordinario cuando haya celebraciones especiales por el trabajo de las misiones, por ejemplo, el Domingo mundial de las misiones el penúltimo domingo de octubre. El segundo formulario es apropiado cuando se ora por los misioneros que sufren por el bien del Evangelio. Además, la Plegaria eucarística que puede usarse en las Misas para diversas circunstancias III, “Jesús, camino hacia el Padre”, se utiliza apropiadamente con ambos formularios.
Acción
Una manera de vivir el impulso misionero generado por la liturgia es que las comunidades se pregunten: “¿Quién no está aquí? ¿A quién no le hemos hecho espacio?” Pueden ser los ancianos o los jóvenes, los discapacitados o los pobres, o ciertas razas o etnias. Así como Cristo no rompió la caña resquebrajada, las comunidades están llamadas a hacer espacio de maneras acogedoras y no intimidatorias.
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